El caso de la declaración como santo de Juan Pablo II es único en el catolicismo. Apenas han transcurrido nueve años desde su muerte y hoy, 27 de abril, el papa Francisco y el papa emérito Benedicto XVI presidirán la ceremonia de su canonización, cuando en casi todo el resto de los casos el proceso de llegar a los altares se vuelve una verdadera prueba de resistencia espiritual… y económica.
Las beatificaciones -etapa previa antes de ser santo- más recientes en la Iglesia ecuatoriana fueron la de Mercedes de Jesús Molina (1985, Guayaquil) y la de Sor María Troncatti (2012, Macas). La primera coincidió con la visita de Juan Pablo II al país, pero para la celebrada hace casi un año y medio vino al país -como representante de la Santa Sede- el cardenal Ángelo Amato, quien está a cargo de la Congregación para las Causas de los Santos.
El viaje del prelado y su comitiva, además de toda la celebración litúrgica, corrió por cuenta de la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora, a la cual pertenecía Sor Troncatti. La hermana Rosita Molina, que en ese entonces se encargaba de la promoción del evento, no sabe especificar el costo aproximado, pero sí afirma que “fue mucho dinero”.
El anuncio de que la misionera de origen italiano, que trabajó con los indígenas de la Amazonía, llegaba al penúltimo escaño en el camino a los altares desató la generosidad de exalumnas y amigos de su comunidad educativa, e incluso de autoridades nacionales.
Pero más allá de la extensa lista de gastos estuvieron los 43 años de espera desde la muerte de la religiosa hasta el día de ese reconocimiento. El trabajo de difusión sobre su vida continúa, para que más creyentes se encomienden a su intercesión y surja la posibilidad de ese nuevo milagro que, tras ser investigado, le abra las puertas de la santidad.
Una persona que trabajó por mucho tiempo en el proceso, la hermana Teresa Díaz, falleció el año pasado y no ocupará una silla en la misa de canonización si se llega a celebrar algún día. Un hecho triste, pero que no resulta extraño para quienes en el Vaticano están acostumbrados a ver casos donde una generación no es suficiente para nombrar santo a un bautizado.
La Iglesia regula sus tarifas
El Vaticano ha aclarado más de una vez que incluir un nombre en la lista de santos de la Iglesia universal no es algo que pueda comprar el dinero. Sin embargo, el proceso burocrático para empezar, mantener y concluir este trámite significa, además del compromiso de una persona o comunidad religiosa que lo mantenga vigente, una serie de desembolsos.
Publicaciones católicas especializadas establecen que, dependiendo de cuantos años se tenga que esperar para el día de la proclamación de un nuevo santo, los costos administrativos del proceso y de la ceremonia de canonización han sobrepasado fácilmente el cuarto de millón de dólares.
El 15 de enero de este año, la Congregación para las Causas de los Santos publicó una lista “referencial” de sus tarifas, encaminada a ofrecer mayores oportunidades a los candidatos a la santidad provenientes de los países más pobres. La revista The Economist publicó que incluso se buscan donaciones para financiar estos casos.
Los pagos incluyen, según datos de la agencia Catholic News Service, un pago de entre USD 455 y 520 por el decreto que inicia la causa, 195 por el decreto que ratifica la validez del proceso y un mismo valor a cada uno de los al menos nueve teólogos, historiadores y otros especialistas elegidos para evaluar las pruebas presentadas.
A eso deben sumarse los pagos -de unos USD 900- a cada uno de los médicos designados para verificar que, efectivamente, el milagro que se investiga consiste en una curación científicamente inexplicable, rápida y duradera.
Eso sin contar con los costos de envío de los miles de documentos desde las diócesis locales al Vaticano a lo largo de meses, años y hasta décadas.
Algunos expertos calculan que el número de causas de canonización pendientes alcanza las 3 000. Son procesos que han empezado pero han ido quedando en el camino por falta de pruebas pero también de quien se interese por promoverlos.
Y es difícil anticipar si el Papa volverá a exonerar a alguien de contar con un segundo milagro comprobado para firmar su canonización, como ocurrió con el hoy santo Juan XXIII.
El sitio web de las Hermanas de Santa Mariana de Jesús dedica un espacio a la causa de canonización de su fundadora, pendiente hace 29 años. Y pide apoyo en varios sentidos: “Contribuyamos en la realización de este proyecto, orando, pidiendo favores por intercesión de la Beata Mercedes de Jesús Molina, colaborando en la difusión su vida y obra, y aportando económicamente su ofrenda para la causa…”.
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