Colombia está al lado del Ecuador y es un enigma. Colombia no está, por supuesto, -o no solo- en sus telenovelas en las que todos, incluso los narcos, son felices. Colombia es un país extraño, duro y fascinante del que -contra toda apariencia- se conoce muy poco.
El libro de crónicas ‘Zoológico Colombia’ es una buena iniciación en ese misterio llamado Colombia. El periodista José Alejandro Castaño, una de las mejores plumas de no ficción de ese país, ha compilado nueve crónicas sobre historias alucinantes que la gente en Colombia vive como si fueran lo más natural del mundo.
Con ojo curioso y agudo, el cronista traduce a la lengua sencilla de cualquier lector casos como el de dos hipopótamos que se extravia-ron en las cuencas del río Magdalena, luego de que el zoológico de Pablo Escobar fuera destruido.
Las historias de Castaño atraviesan los estratos más peligrosos y menos explorados -desde dentro, por supuesto- de la realidad de Medellín, su ciudad, una de las más peligrosas del mundo. Se mete, por ejemplo, a una cárcel en Villavicencio, para tejer una metáfora sobre el amor. Casa Blanca, como se conoce a esa cárcel, es una cárcel mixta y allí, los reclusos y las reclusas tienen carta blanca para el amor.
Del retrato a un travesti de 56 años, de nombre artístico Delirio, el cronista se sirve para ensayar la idea, antigua y compleja, del paso del tiempo y de las transformaciones -siempre crueles- que ese enemigo opera en las personas.
También sigue a una mujer que desentierra calaveras en la región del Putumayo. Esas calaveras, nos dice el cronista, pueden parecer marionetas. Restos anónimos que forman parte de un gigantesco y trágico circo que se ha montado en la historia y la política colombiana, “un circo que podría llamarse Circolombia”.
Las nueve son historias comprometidas con el lenguaje bello y la minuciosa reportería, delicadas e inteligentes piezas de ese elevado -y en Ecuador poco practicado- género literario de la crónica. EA