El jueves último un grupo de científicos y expertos españoles debatían en la cadena SERcom sobre el futuro de la Tierra. Esto, a propósito de las peores catástrofes naturales registradas en lo que va del año: terremotos en Haití y Chile, inundaciones y deslaves en Brasil, Pakistán y China, olas de calor e incendios en Rusia, Estados Unidos y Japón; heladas en Argentina, Perú, Uruguay, Bolivia…
Los más pesimistas como el británico Stephen Hawking, el astrofísico más famoso del mundo, se atreven a advertir que la Tierra puede destruirse en un plazo de 200 años y que la única salida para la gente es trasladarse a otros planetas, como Marte.
Según este conocido profesor de Física de la Universidad de Cambridge, la humanidad ha entrado en un período cada vez más peligroso y corre ya el riesgo de desaparecer de nuestro planeta. Y señala al cambio climático como uno de los problemas provocados por los propios seres humanos.
Cierto o no el hecho es que por el momento hay más interrogantes que respuestas. Nadie puede asegurar qué tiempo le resta a la Tierra, lo que sí se conoce es que hace 20 años los climatólogos ya dieron la alerta sobre los devastadores escenarios que se presentarán en caso de no hacer nada por detener los gases de efecto invernadero.
También se habló de las consecuencias nefastas que producirá la deforestación y la explotación de recursos mineros y petroleros.
Hoy, mientras las lluvias y las canículas acechan en varias regiones, los países ricos y los que están en vías de desarrollo siguen sin ponerse de acuerdo sobre las medidas para detener el calentamiento global. Los esfuerzos por poner en práctica energías alternativas y renovables son muy puntuales; por otro lado, las políticas ambientales y de prevención en América Latina son débiles. Pero, ¿qué se está debatiendo hoy en el mundo?
El jefe de la Convención de la ONU contra la Desertificación, Luc Gnacadja, reclama de la cumbre del clima que se reunirá en Cancún al final del año un urgente empeño para ayudar a África, Asia y América Latina a prepararse ante desastres climáticos como el de Pakistán y recuperar las tierras perdidas ante el avance de la desertificación.
“Uno se pregunta por qué los esfuerzos se concentran en (ofrecer mecanismos de compensación para proteger) los bosques, cuando sabemos que lo que lleva a la deforestación es la presión por la falta de tierras; si no hallamos respuesta a la necesidad de tierras (que se pierden con la desertificación), la gente seguirá cortando árboles”, sostiene.
“Quienes son más vulnerables al cambio climático son los que viven en las zonas secas del planeta: miren lo que está ocurriendo en Pakistán, donde la lluvia debía llegar como una bendición y acabó siendo una maldición”.
Christiana Figueres, secretaria de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP-16), recuerda una vez más a los gobiernos de los países industriales su “responsabilidad este año de dar el paso esencial en la batalla contra el cambio climático”.
En la conferencia que se llevará a cabo en la ciudad turística mexicana de Cancún, los gobiernos deberían aprobar un acuerdo vinculante que regule la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero causantes del recalentamiento a partir del 2012, cuando expire el primer período de obligaciones del Protocolo de Kyoto.
“Necesitamos estabilizar las emisiones antes del año 2030, y reducirlas en 50% antes del 2050” para limitar el aumento medio de la temperatura global a dos grados respecto de las mediciones de la era preindustrial, indica Figueres a Tierramérica.
Pero el mundo enfrenta una paradoja: por un lado, necesitará satisfacer la creciente demanda de energía, especialmente en los países en desarrollo. Por otro, debe evitar el aumento de las emisiones provocadas por la quema de combustibles fósiles, como el petróleo.
Para generar energía limpia y crear una economía de baja intensidad de carbono, Figueres estima necesarias inversiones de unos 20 billones de dólares. Más de la mitad de esos fondos deberían favorecer a los países en desarrollo.
La suma es relativamente baja, comparada con lo que costará la mitigación del cambio climático. “Por un dólar invertido en generar energía limpia en los países en desarrollo, el mundo se ahorraría unos siete dólares de costos de mitigación”, sostiene.
La responsabilidad de reducir los gases invernadero recae en los países industrializados.