Cinco anécdotas y escenas inéditas del primer año del papa Francisco

Si hay algo que caracteriza al papa Francisco es la disciplina. Aquella que parece haber trasladado en su ya famoso portafolio negro desde su departamento del segundo piso de la Curia, al lado de la Catedral porteña, hasta la habitación 201 de la residencia Santa Marta, en el Vaticano.

Su estricta rutina comienza antes del alba, a las 4 de la mañana. "Con tanta gente que tengo durante el día, es el único momento que tengo para rezar como sacerdote, para encontrarme con Dios", justifica ante quienes se sorprenden. A las 7, preside la misa matinal en la capilla de Santa Marta, a la que asisten los empleados de la residencia, religiosos y sus invitados, excepto los miércoles, cuando encabeza la tradicional y multitudinaria audiencia general en la plaza San Pedro.

Después se refugia por unos minutos en su oficina para organizar su agenda del día -de la que él mismo tiene registro manuscrito- y a las 9 va a desayunar al comedor. Entonces ya está listo para cumplir con sus deberes y, siempre que sea posible, para dormir una pequeña siesta después del almuerzo.

Con disciplina y organización, Francisco se permite tomarse algunos momentos para tener contacto con amigos, conocidos o incluso fieles con historias que despertaron su atención. Los recibe en la residencia o en el Palacio Apostólico, los llama por teléfono, les manda cartas o incluso e-mails.

La Nación contactó a distintas personas que tuvieron acceso directo a Jorge Bergoglio después del 13 de marzo pasado en el que el "Habemus Papam" le cambió la vida para narrar pequeñas historias detrás de la rigurosa agenda del "padre Jorge".

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