La reducción de la compraventa de petardos, para evitar que aumente la contaminación que envuelve parte del país asiático, y el aumento de la austeridad en las celebraciones son las directrices del Gobierno chino para recibir el Año del Caballo.
Ante el riesgo de que la contaminación en Pekín y Shanghái pase de seria a directamente irrespirable, al régimen comunista no le ha quedado más remedio que desincentivar la venta de petardos y fuegos artificiales, cuyas explosiones acompañan tradicionalmente la llegada del nuevo año pero que contribuyen gravemente a aumentar los niveles de polución.
El Departamento Meteorológico de Pekín aseguró esta semana que la nube que pesa sobre la capital permanecerá durante al menos los cinco primeros días de las vacaciones, que empiezan el 31 de enero.
Ante ello, el gobierno de la capital ha recordado a los ciudadanos, en carteles en la calle y a través de servicios de mensajería instantánea, que deben procurar lanzar pocos petardos y los fuegos artificiales quedarán prohibidos si la alerta de contaminación alcanza los niveles naranja o rojo, los más altos de una escala de cinco colores.
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En Shanghái, también afectada por la contaminación, una encuesta realizada por la Oficina Municipal de Estadísticas afirma hoy, 30 de enero, que un 81,1 % de los residentes permanentes mayores de 15 años apoya una completa prohibición de los fuegos de artificio.
Pese a estos cambios, sí continúan otras costumbres menos costosas o menos nocivas para el medio ambiente, a la hora de despedir el Año de la Serpiente y dar la bienvenida al del Caballo.
En un país con arraigadas supersticiones, es habitual ver farolillos rojos en las puertas de las viviendas y comercios -muchos cerrados estas fechas por la masiva migración de la población a sus ciudades de origen- o pergaminos con refranes populares, que ahuyentan a ‘Nian’ y otros malos espíritus.
Todo con el objetivo de atraer la buena suerte en el nuevo periodo que comienza, bajo el influjo del Caballo (uno de los doce animales del Zodiaco chino), considerado audaz y afortunado, y cuya imagen ya aparece en muchas señales e insignias del país.
Así, con la contaminación y la austeridad como telón de fondo, muchos chinos coinciden en que, a la fuerza, estas vacaciones quizás sean menos festivas y más domésticas que nunca.
Pero para participar en las festividades del Año del Caballo, que inicia mañana 31 de enero, los ciudadanos chinos viajaron, incluso, hasta 40 horas en tren. Otros recorrieron en bicicleta por 17 días.
De ahí que, en el país más poblado del mundo, las cifras sean descomunales. Según las previsiones del Gobierno, en este periodo -unos cuarenta días de fiesta- viajarán hasta 3 620 millones de personas, en tren, avión, barco o autobús. De éstos, 260 millones escogerán el ferrocarril, por lo que el Ejecutivo ha añadido otros trescientos trenes más a la circulación.
Otro de los recursos para muchos viajeros también ha sido la improvisación. Motivados por una campaña gubernamental, algunos chinos se han lanzado a la carretera a iniciarse en los viajes por ‘autostop’, una práctica inusual en el país y que ha beneficiado a casi 10 000 personas en los primeros días de fiesta por el llamado ‘Festival de la Primavera’.
Según la agencia oficial Xinhua, más de 600 000 personas utilizarán motocicleta para asistir hoy, a la última cena del año de la Serpiente junto a sus parientes, y dar la bienvenida al Caballo con petardos.