La canción del Mundial de fútbol Sudáfrica 2010 Waving Flag, que resuena en todo el mundo en estos días, pertenece al rapero K’Naan. Este músico, que vive actualmente en Canadá, huyó de Somalia cuando era niño, en razón de la violencia que allí se vivía. La canción salió a la luz en el álbum ‘Troubadour’.
Posteriormente fue cantada por una serie de jóvenes artistas canadienses para recaudar fondos para el terremoto de Haití. La canción original de K’Naan es una canción de esperanza y de desesperanza a la vez. La tonalidad celebratoria de la música contrasta con el lamento de la letra. Tal como es África: un ritual, una danza, una celebración de la vida conviviendo con la tragedia. La canción contiene la esperanza futura de la libertad: ‘Cuando sea mayor, seré más fuerte/ Me llamarán libertad, como una bandera que flamea’. Pero también contiene la bandera arriada del sufrimiento de un continente olvidado. ‘Tantas guerras, traspasando barreras, trayéndonos promesas, dejándonos pobres; los escuché decir que el amor es la manera, pero mira cómo nos tratan; nos hacen creyentes, peleamos sus batallas, entonces ellos nos engañan; tratan de controlarnos, no nos podrían retener, porque nos movemos como soldados; entonces nosotros luchamos, peleamos por comer y nos preguntamos cuándo seremos libres’.
Al ser tomada por Coca-Cola y la FIFA para el Mundial, la letra original fue modificada, posiblemente para tornarla apta para ser consumida como una gaseosa masiva. La versión infantilizada que se hizo en los avisos es difícil de digerir para quien haya escuchado el sentido de la versión original. No es que se haya ‘disneyficado’ (porque Disney, sin descuidar el final feliz, nunca olvida el componente dual de la vida en sus historias), sino que se la tornó frívola. Y, en algún sentido, también cínica, porque se eliminó con precisión lo que molestaba de ella, su poesía de denuncia. La canción del Mundial no necesitaba suprimir la realidad de la situación africana. No necesitaba resaltarla, pero tampoco silenciarla. No es necesario recordar una tragedia en medio de un evento festivo. Pero choca la actitud inversa de suprimir la realidad.
Sin embargo, el escamoteo ocurrido con la canción no es más que un símbolo de lo que ocurre a otra escala con la realidad del continente africano. La situación de África no atrae a la prensa, ni la atención del mundo en la proporción que exige su problemática. Virgil Hawkins ha señalado, en Stealth conflicts , que el 88% de las muertes vinculadas a conflictos, desde el fin de la Guerra Fría, ha ocurrido en África.
En el 2008 se supo que 5,4 millones de personas murieron a causa del conflicto en el Congo. Si esta escala de destrucción hubiera ocurrido en Europa, se la hubiera llamado la Tercera Guerra Mundial. Los desplazados y refugiados por estas guerras, la tragedia del hambre, el impacto del sida, configuran razones entre varias otras para poner a África en el centro de la escena. Por eso, si África tenía la oportunidad de cantar una canción, y era esta la elegida, hubiera sido bueno escucharla entera.
Sobre Enrique Valiente
Graduado en Filosofía en la Universidad De Buenos Aires.
Columnista. Escribe en Opinión de La Nación y en el suplemento Enfoques.