Sea por su sabor o por su aroma inconfundible, el ajo siempre fue un símbolo, tanto del bien como del mal. Según la leyenda, cuando Satanás abandonó el Edén, un ajo brotó de la tierra que pisó con su pie izquierdo.
fakeFCKRemoveEn algunas culturas y religiones el ajo es un alimento impuro; mientras en otras se ha considerado protector contra vampiros, diablos y otros seres malignos.
No obstante su fama, a lo largo de la historia se ha utilizado este bulbo humilde, originario de la China, como un antiséptico natural. Por encima de mitos y leyendas, el ajo tiene muchas propiedades terapéuticas.
Se sabe que es purificador de la sangre, disminuye el colesterol LDL y es excelente para enfermedades de las vías respiratorias. Para aprovechar sus propiedades curativas, hay que comerlo crudo: “ajo cocido, ajo perdido”.
Los tipos de ajos más difundidos a nivel mundial son: blanco, colorado y rosado. Los bulbos secos están disponibles todo el año, mientras los tiernos de aroma y sabor mucho más sutil se consiguen solo durante la primavera.
Para obtener un aceite perfumado, al ajo, exquisito para aliñar ensaladas o freír carnes, se lo deja reposar en aceite de oliva virgen por un mes. Para elaborar un vinagre aromatizado, se dejan macerar ajo y ramitas de romero en vinagre común, de mesa.
Frotando el interior de un recipiente con un diente del ajo se le da a la ensalada un rico y ligero sabor. Para lograr un gusto moderado, los dientes del ajo deben ser parcialmente cortados; y para obtener un sabor fuerte, picados en trocitos finos o aplastados con un cuchillo con una pisca de sal.
Trucos con el ajo: abriendo el ajo por la mitad y quitando el corazón o el tallo verde, se logra que el ajo no se “repita”. La cáscara se desliza fácilmente cuando se aplasta el ajo con un vaso de vidrio. Su olor se quita enjuagando las manos en zumo de limón; y el fuerte aliento, masticando unas ramitas del perejil o granos de café.