Ha venido la Virgen de La Candelaria, Santa Gemita, patrona de los camioneros. Ha venido San Expedito, el de las causas rápidas. Y San Lorenzo, patrono de los mineros, con casco y una lámpara de carburo colgando de su brazo.
La búsqueda de los 33 hombres que permanecen en la mina San José, a una hora de Copiapó (Chile) sigue. Hoy se cumplen 17 días desde que quedaron atrapados.
Las figuras religiosas se repletan de velas, estampitas, fotos, crucifijos, flores de plástico y mensajes escritos en papel: “que salgan vivos”, “que estén bien”, “cuídalos Diosito santo”.
La gélida neblina aún no se ha disipado esta mañana y apenas se ven las fogatas prendidas por los familiares que han pasado la noche a la espera de una noticia. Como fantasmas entre la niebla caminan el padre de Jimmy, 19 años, el más joven de los mineros atrapados; la mujer del boliviano Carlos Mamani, el único extranjero del grupo; la hermana de Juan Andrés Illanes, que venía desde Chillán Viejo a buscar suerte; la pareja de Osman Araya, que antes trabajaba en la cosecha de uvas; y el hermano de Mario Gómez, que en los 70 viajó como polizón en la sala de motores de un barco durante 11 días, sin alimentación, solo con agua.
Envuelto en una cobija negra, Pablo Navarrete escucha un reggaetón en su celular. Dice que se quedará ahí hasta que rescaten a su entrañable hermano (Claudio Yáñez).
Cuenta Navarrete que el día del accidente Yáñez tenía el primer turno (08:00). “Se quedó dormido pero se afanó. Si se hubiera retrasado”…
A lo lejos se distinguen tres de las seis máquinas de sondaje que perforan el cerro hacia el refugio de 50 metros cuadrados donde deberían estar los mineros, sin alimentos tal vez, sin aire y probablemente sin vida. Hay 200 rescatistas y expertos trabajando en turnos de cinco horas, que se rotan sin pausa durante todo el día.
Abraham Lobos, 73 años, mira las torres atento a alguna señal. Su hijo Franklin Lobos es el minero más conocido entre los atrapados. Jugó en Deportes La Serena, Iquique, Regional Atacama y en Cobresal junto a Iván Zamorano, y formó parte de la selección chilena que clasificó para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, en 1984.
“No sé cómo pasó del fútbol a la minería. Hace cuatro años, cuando me dijeron que Franklin había entrado a trabajar a la mina La Carola, me costó creerlo”.
En esa mina él sufrió un accidente. Un camión se incendió a la entrada de la cantera y él estaba al fondo. “Se salvó solo porque el humo se fue para afuera. Si hubiera entrado, se asfixiaba con todos los de su turno”, cuenta su padre.
Lobos trabajaba como chofer de la empresa. El día del accidente había entrado a buscar a sus compañeros.
El obispo de Copiapó Gaspar Quintana, quien celebra misas afuera de la mina comenta: “Aquí hay mucho abuso. Los controles son débiles y no hay una política de seguridad para los trabajadores. Hay que saber que esta es una zona sísmica y que la mina San José tiene más de 120 años.
La madre de uno de los mineros le pregunta si dejará la imagen de La Candelaria. Él le dice que sí. “Si las máquinas no pueden, ella podrá”, dice una de las mujeres.
Las noticias más comunes que escuchan los familiares son: que la máquina de sondaje que iba más avanzada tendrá que empezar de nuevo porque iba desviada. Que llega un nuevo experto en rescate.
Marta Salinas no halla consuelo en esas noticias. Pasan los días y no dan con los mineros. Ella busca a Yonny Barrios, de 52 años, perforista. Ella ya ni tiene seguridad de nada. “Ya tenía que haber salido. Conoce la mina más que su propia casa y si hubiera encontrado un pequeño hoyo, con un alambre salva al resto. Es el que tiene más experiencia, algo pasa”.
El día del accidente Barrios ya había terminado el turno pero se quedó trabajando porque se lo pidieron. Marta cuenta que él sabía de las malas condiciones de la mina. “Marta, el día que la mina se asiente vamos a cagar todos”. También me hablaba del seguro de vida y de los trámites que había que hacer para cobrarlo.
A su lado, un grupo de familiares ha formado una ronda. Son evangélicos. Ellos oran. “Guíalos, Señor, guíalos en la oscuridad. Que hallen la salida”.
Muy cerca, María Silva permanece en silencio. Ella es madre de dos de los mineros atrapados, los hermanos Florencio y Renán Ávalos. Cuando le preguntan, no habla. Es una mujer dura, dicen, pero si le mencionan a sus hijos se queda callada, al borde del llanto y da la espalda.
El sicólogo Sebastián Ayala ha venido por su cuenta hasta el campamento. No es parte de ninguna institución. Ayala estuvo hace unos meses asistiendo a las víctimas del terremoto en Constitución y cuando escuchó la noticia del derrumbe viajó de inmediato hasta la mina.
“Lo único que quieren los familiares es hablar de otra cosa. Cualquier cosa. Tu les comentas de fútbol o del clima, y en seguida se abren. Están muy esperanzados en que todo saldrá bien, porque no tienen otra alternativa a la que aferrarse”.
Eso le pasa a Carlos Zamora. Pide que lo dejen tomar su té antes de hablar de su hermano, Víctor Zamora Bugueño, 33 años. Él era el que entraba a la mina después de la tronadora a sostener el cerro para que no se venga abajo. Esa es la pega (labor) más peligrosa de todas. Carlos también es fortificador y experto en tronaduras y desarrollo de túneles.
Víctor le decía que la mina no es segura que existen los riesgos pero que seguía trabajando porque no tenía otra alternativa y debía conseguir dinero para sostener a su familia. Carlos lleva 22 años en la minería y sabía de lo que estaba hablando, pero dice que Víctor estaba sin trabajo y que estaba rodeado de una familia de mineros: el papá, los tres hermanos, primos y varios tíos. Uno de ellos, cuenta Zamora, murió hace años en la mina Rodesia al desplomarse un ascensor.
“Yo le advertí de los peligros. Me dijo que su plan era estar en la mina solo hasta fines de este año. Iba a seguir en la minería, pero no acá”.
Sobre la carpa instalada por los Zamora flamea una bandera de Chile que dice “Fuerza hermanos mineros” y una bandera blanca con el nombre de los 33 atrapados.
Hay árboles aquí. Son árboles casi sin color, mimetizados con la tristeza del desierto. Corre el rumor de que la hija de un minero recibió una llamada de su padre. Le dijo que estaba vivo bajo el cerro. Algunos ven en la noticia la confirmación de todas sus esperanzas. Pero el propio ministro Laurence Golborne ha dicho que se trata de una llamada falsa y que es imposible que salga una señal de celular de la mina y que las autoridades triangulan la llamada para detener al autor de la misma.
Las hermanas Juana, Elizabeth y Victoria Segovia habían tomado con prudencia el rumor. Son hijas de Víctor Segovia, 48 años, casado, cinco hijas. Él era operador de máquina y perforador.
“Él decía que la mina era un matadero humano”, recuerda Victoria y decía que algún día le iba a pasar algo, que estaba preparado. Yo también estaba preparada, pero mis hermanas no. Ellas lloran mucho”.
Segovia ya había sufrido un accidente antes en otra mina, cuando un planchón de escombros le cayó. Pasó varias semanas enyesado. El día del accidente en la mina San José salió de la casa a las 05:00. Sus hijas cuentan que últimamente siempre faltaba los primeros días del turno. Quería que lo echaran.
“Pero esta vez no falló”, dice Juana. Estaba mal. Quería irse. Pero si se iba no le iban a pagar.
Mientras, las autoridades no dan fecha de cuándo llegarán a los afectados en vista de que los intentos de alcanzarlos no han dado resultados. Golborne dice que aún hay una leve posibilidad de que estén con vida.
Después de las 18:00 el frío vuelve a sentirse en este lugar, las fogatas se encienden y el movimiento disminuye. Un letrero puesto por la empresa en la entrada parece una ironía en estos momentos: “El trabajo dignifica, hacerlo con seguridad lo valora”.
Otro intento fallido
El presidente chileno, Sebastián Piñera, anunció el jueves en la tarde otro intento fallido por dar con los 33 mineros atrapados.
La sonda, que debía llegar a donde se supone están los trabajadores no encontró nada. Esta superó los 730 metros de profundidad. “Estábamos muy esperanzados. Lamentablemente no se hizo contacto. No se dio en el blanco”, declaró el mandatario.
Las autoridades atribuyen el nuevo intento fallido a una desviación de la máquina de sondaje debido a imprecisiones en la topografía y a que no se cuenta con planos actualizados del yacimiento San José, que tiene casi 120 años. La noticia causó desesperanza entre los familiares.
Labores de rescate
La búsqueda se complica pues las máquinas que perforan la mina hallaron una roca de 700 000 toneladas.
En la mina que tiene más de 100 años se explotaba cobre y oro.
Las autoridades de la mina han dicho que en el interior existe un refugio con alimento, agua y provisiones. Por eso, señalan que los obreros pudieran estar con vida.