El presidente uruguayo José Mujica en el jardín de su casa en las afueras de Montevideo. Foto: AFP
A las 00:00 del 1 de marzo del 2005, Uruguay vivió una fiesta como si fuera la de Año Nuevo. Convocados en ese año por las radios y volantes -no eran tiempos del Twitter ni de redes sociales– los montevideanos se tomaron la avenida 18 de Julio, para celebrar una nueva era política. El Frente Amplio, la coalición de izquierda, llegaba por primera vez al poder con Tabaré Vázquez, luego de 174 años de hegemonía de los partidos Colorado y Nacional. Cuando Vázquez llegó hasta la Asamblea para jurar defender la Constitución, al pueblo uruguayo le interesaba ver cómo vestía y qué decía José ‘Pepe’ Mujica, Presidente del Senado y uno de los hombres más polémicos y a la vez más queridos del país.
Ese día, según constató este Diario, algunos montevideanos querían escucharlo hablar en nombre de una Constitución y una democracia que combatió en esos años 60, cuando formaba parte de la guerrilla marxista Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros.
Varias veces fue detenido, la última duró 13 años. Gozó de la amnistía con el retorno de la democracia, en 1985. Pero su última prisión fue la más dura de todas. “Formaba parte del grupo ‘los rehenes’, que nos rotaban por las unidades militares y en una de ellas estuvimos cerca de dos años en un pozo subterráneo, sin movilidad. Aislados del mundo y de nuestros afectos. El síntoma más evidente de vida eran siete ranitas, a las cuales las alimentaba con miguitas de pan. ¿Sabés que las hormigas gritan? Lo descubrí al ponerlas en el oído para entretenerme”, dijo Mujica en una entrevista a la revista El Historiador.
A pesar de todo ello, el abrazo del pueblo uruguayo al salir de la prisión, entendió que es la democracia la mejor forma de gobierno y que aquellas luchas y aquel discurso ya no tienen lugar. Ni siquiera la confrontación.
“Ustedes los argentinos deberían a aprender a quererse un poco más”, ha dicho en más de una oportunidad, cuando desde Buenos Aires le preguntan cómo mira la política del permanente conflicto en Argentina.
Desde su programa radial, el periodista uruguayo radicado en Argentina, Víctor Hugo Morales, no ha dudado en afirmar que Mujica es algo así como “un Mandela (el ex presidente sudafricano)” de América Latina. Y tal como lo dijo el exembajador y escritor Francisco Proaño Arando en radio Visión, “es el viejo sabio de la tribu”.
A pesar de la crueldad que vivió, su labor ha sido gobernar para todos los uruguayos, buscar siempre la conciliación ante diferentes intereses, ya no solo como Senador, sino como Presidente de Uruguay, desde el 2010 y que está próximo a dejar en manos de Tabaré Vázquez.
Mujica es un hombre que ha defendido la libertad de prensa, de pensamiento e incluso es un hombre que aboga para que los intelectuales en las filas del Frente Amplio no dejen de ser críticos.
Durante el entierro del poeta Mario Benedetti, el 19 de mayo del 2009, sin guardaespaldas, vestido como siempre sin preocupación alguna por los protocolos pese a ser el Presidente del Senado, acompañó a las 5 000 personas que fueron a despedir al escritor emblemático de los montevideanos.
“Mario era un hombre comprometido con el Frente Amplio. Siempre estuvo con nosotros, nos apoyó siempre. Pero lo que más hay que destacar es que nunca fue un obsecuente”, dijo a EL COMERCIO en aquella ocasión.
No son todos los uruguayos los que lo quieren. Durante un viaje a Montevideo, días antes de su asunción, una mujer del coqueto barrio de Carrasco, dijo a este periodista que definitivamente “lo odio. Es un viejo Vizcacha, cada uno en su covacha. Uruguay siempre ha tenido la tradición de tener como Presidente a eminencias, no a quien en lugar de decir ‘podamos’ dice ‘puédamos’”.
Sin embargo, Mujica ha sido visto con admiración en el mundo, por eso la revista británica Monocle lo consideró el mejor Presidente del mundo.
Pero hablar de la tolerancia hacia los otros, lo diferente, no es solamente mérito de Mujica, sino una virtud del pueblo uruguayo y su madurez democrática, que comenzó en 1985, luego de vivir también una cruenta dictadura militar. Ecuador recuperó la democracia en 1978.