Gina Vásconez ganó la presea al mérito constructor en el 2014. Ella diseñó su casa.
Destacan en el ámbito laboral porque así lo decidieron. Nadie les regaló nada. Simplemente rompieron el esquema y realizan labores y responsabilidades que usualmente eran tomadas por varones.
En el Distrito, según el último censo del INEC, de 2 239 199 habitantes, el 51,45% es mujer. Las cifras de la entidad arrojan datos interesantes. Por ejemplo, que aún hay diferencias en cuanto a la formación académica entre hombres y mujeres. En el 2010, en Quito, el número de mujeres sin instrucción duplicaba al de hombres. Pero, ese año, la cifra de mujeres que obtuvo un título superior, era mayor al de los hombres por más de 10 000.
Para Efraín Buendía, sociólogo, eso evidencia que cuando la mujer encuentra una oportunidad, la aprovecha incluso con mayor ímpetu que un hombre. “Lo que ha ocurrido a lo largo de la historia es que la situación de maltrato que sufrió la mujer durante tantos siglos tuvo su origen en falta de oportunidades, no de capacidades. Hoy, destacan en todos lo ámbitos. Hay estudios que demuestran que son más dedicadas, más organizadas e, incluso, más honestas”, explica el profesional.
Datos del INEC revelan que en el cantón Quito, el 39.10% de los hogares tiene índice de jefatura femenina. En este espacio conocerá tres historias que encarnan la voluntad, la perseverancia y el coraje de la mujer. Gina Vásconez, quien despunta en la rama de la arquitectura; Ana Cristina Benavides, una de las dos únicas pilotos de helicópteros del país; y Marie France Merlyn, decana de Psicología de la Universidad Católica. Ellas cuentan lo que debieron enfrentar.
Una constructora de espacios armónicos
“Jamás estudiaré arquitectura”. Eso le repetía a Gina Vásconez, el mayor de sus hijos. ¿Por qué? Ella era una madre con poco tiempo libre. Trabajaba en las noches, los fines de semana y en los feriados. Al estar divorciada se puso al frente de su hogar y en ese horario remodelaba bancos.
Esta profesional, de 58 años, asegura que ha navegado en “un mar de hombres”. Lo corrobora Hérmel Flores, presidente de la Cámara de la Industria de la Construcción. Apunta que no más del 10% de quienes se mueven en este campo son mujeres. En el 2014 la condecoraron por mantenerse vigente.
Sentada frente a la maqueta de un proyecto que levantará fuera de la ciudad, la arquitecta recuerda con sentimiento de culpa el reclamo de su primogénito. Pero dice, como pensando en voz alta: “Fui mamá y papá. Siempre tuve que trabajar por lo que no pude compartir mucho tiempo con ellos. Pero no los descuidé”.
Tiene tres hijos, de 33, 31 y 28 años, y cinco nietos. La ‘sánduche’, Ma. Fernanda, siguió sus pasos, pero se dedica al diseño de interiores. Vásconez describe a su estilo como “futurista”. Por eso admite que no es muy comercial. Un ejemplo es el Conjunto El Campanario, localizado en Tanda.
En 7 880 metros de terreno levantó solo 12 casas. Cada una de 325 metros. Cree que la arquitectura debe ofrecer calidad de vida. Trabaja en 45 grados, con artes curvas, no le gustan las construcciones rectas. Le gusta ofrecer movimiento y que todo fluya, con energía.
Otra muestra es el edificio de oficinas Kioto, en la Inglaterra y República. Quiso evitar esa sensación de encierro cuando la gente sube a un ascensor. Por eso diseñó uno panorámico, para que los usuarios se relajen.Es la segunda de cuatro hermanos, la única en esta carrera. Todos tienen sus compañías, son prósperos. Cree que se lo debe al carácter de su madre, quien fue trabajadora social.
La pasión de Ana Cristina es pilotear helicópteros
Ana Cristina lleva 44 horas de vuelo. Conoce los procedimientos de memoria.
Lo que más le gusta de volar un helicóptero es la libertad. El poder dirigir la nave con un movimiento de la mano; que a pesar de no tener alas, el aparato rompa la regla y se eleve. Así es ella; desafiante ante los estereotipos de la sociedad.
En el país hay dos mujeres pilotos de helicópteros. A sus 26 años, Ana Cristina Benavides – blanca, delgada, de sonrisa insistente- es una de ellas. En un medio dominado por el hombre como es el aeronáutico, (de los 5 824 mecánicos y pilotos registrados por la DGAC solo 87 son mujeres) ella reconoce no haber sido discriminada.
A sus 20 años inició su sueño. Fue a vivir a la casa de su tío Tomás Endara, su gran apoyo, y por seis meses estudió en el Aeroclub de Guayaquil. Aprendió la teoría pero no ejerció la práctica. En el país no hay escuelas civiles especializadas en helicópteros.
Regresó a estudiar diseño y mientras hacía collages, tomó una revista y vio la foto de una señora de 43 años que se hizo piloto. Eso la animó. Encontró Helicópteros del Pacífico, una escuela en Chile, y estudió allí, gracias al apoyo de su padre y a un préstamo, pese al altísimo costo.
Nada en su vida es coincidencia. Cuando era niña su familia rentó una casa a Hermelinda de Briones, la primera mujer piloto ecuatoriana; así empezó su pasión. Ella es metódica, organizada y prudente. En su cuarto tiene un helicóptero de juguete, un póster de naves, documentales de la aviación y especificaciones técnicas de motores. Además, adora los tacones.
Hay tres fotos en su habitación: dos de ella y una que tomó su madre antes de morir, hace ocho años. Su padre y sus dos hermanas, dice, fueron claves para alcanzar su sueño. Tiene otras metas antes de casarse.
Su único problema es que debe poner peso extra en el helicóptero, porque para elevarse necesita 130 libras y ella pesa 95. El mes entrante se vinculará a una empresa en Manta.
La Decana de Psicología no deja a su terapeuta
Marie France Merlyn Sacoto es decana de Psicología en la Universidad Católica.
La percepción social de que los psicólogos están siempre en ‘modo on’ también afecta a Marie France Merlyn Sacoto. Aunque lo toma con calma y anota que todas las profesiones marcan la forma en que la gente se relaciona con el mundo.
Esta mujer, especializada en maltrato infantil y abuso sexual, acepta que su gremio tiene la tendencia a sobre analizarlo todo. Pero recuerda múltiples veces, en las que conocidos le piden consejos, en reuniones informales.
Este es su quinto año como decana de la Facultad de Psicología de la Universidad Católica, con 830 estudiantes y 120 profesores. Aún da cátedra y en su oficina, hay una pelota rosada que requisó a chicos, que participaron de una actividad con un grupo de 60 y Piquito.
Tiene 40 años y hace dos años dejó la consulta de niños maltratados y sobrevivientes de abuso sexual adultos. ¿Por qué? Trabaja de lunes a sábados. La acreditación universitaria lo exige y además el armar una nueva malla curricular.
Bajo el vidrio en el escritorio, lleno de papeles y libros, hay dibujos hechos por Naomi, de 10. Ya no es la bebé siempre sonriente, más que nada a la hora de despertar. Hablar de ella le hace pensar en lo inconsciente que es permitir que la gente tenga hijos sin un diploma. “Nuestra influencia puede ser tan enriquecedora como nociva para los hijos”.
¿Es compatible la maternidad con el Decanato? Sí, pero complicado. Un cargo como el que tiene le obliga a planificar cada minuto. Si la niña se atrasa al bus escolar, ella llegará tarde a la universidad. No es todo, en lo profesional afronta la tendencia a depositar en su figura la responsabilidad de cada decisión: desde colocar un clavo.
¿Cómo logra sobrevivir al día a día? Con su terapeuta. Es en serio. Siempre ha tenido una. Ese es un momento de crecimiento personal. Cuando atendía consultas era parte de un grupo de supervisión de casos.