Miembros de la Policía Nacional llegaron al lugar para realizar el levantamiento del cadáver. Foto: Foto: Cortesía Diario Extra
Van a contracorriente, impulsados por las palas que sumergen con fuerza en el Salado. El paso de sus kayaks rompe las ondas en la superficie del estero, al pie de la Playita del Guasmo.
Es martes y desde la orilla de este populoso sector del sur de Guayaquil, Manuel mira el entrenamiento de los chicos del barrio. No pasan de los 18 años de edad y hasta hace poco su hijo era parte del grupo.
A Armando le cautivó este deporte desde que era un niño. El ‘sub’, su entrenador, recuerda que pasaba horas en el agua, recorrieron hasta 10 kilómetros para ganar agilidad. “Me ilusionaba verlo porque sabía que sería un gran deportista. Ese era el destino que yo veía para él – dice conmovido -, pero la vida a veces nos pone muchas pruebas”.
El 25 de julio encontraron su cuerpo en el portamaletas de un carro abandonado, atado de pies y manos, y con una bolsa plástica que cubría su cabeza. Murió por asfixia, como concluyó la autopsia.
Armando tenía 15 años y vivía con sus padres. Es una de las víctimas más jóvenes de los 120 asesinatos reportados por la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida (Dinased), en lo que va del año en Guayaquil, Durán y Samborondón.
Hace cuatro meses su familia decidió mudarse al Guasmo Central, también en el sur, en busca de seguridad. “La zona alrededor de la Playita comenzó a dañarse por esa droga H. Así que por el bien de él nos vinimos para acá, que es mi barrio de crianza. Y mire lo que nos pasa”, contó Manuel el día del velatorio de su hijo menor.
La última vez que lo vieron fue la tarde el martes 25. Salió a las 18:00 a un parque cercano donde se habría encontrado con un amigo reciente, de 22 años. Ambos fueron asesinados.
El coronel Germán Cevallos, jefe de la Dinased en la zona 8, dice que las investigaciones apuntan que el crimen está relaciona con el narcotráfico.
Manuel se niega a creer que su hijo esté implicado. “Él solo estaba en el momento equivocado y con la persona no indicada. Nosotros siempre anduvimos atrás de él, revisábamos su celular, su maleta, su billetera… no tenía más de USD 2 en el bolsillo. Era solo un chico de colegio”.
La semana pasada los padres de Armando volvieron al Salado. El estero donde el joven ganó algunas competencias de canotaje arrastró dos cuerpos hasta una de las orillas del suroeste, el miércoles 2 de agosto.
Los plásticos y sacos de yute ocultaban heridas profundas en el cráneo de ambos. Un tatuaje en común ayudó a identificarlos y uno de ellos era apenas una joven de 17 años.
César Peña, fiscal especializado en Personas y Garantías, cree que estos últimos crímenes están relacionados con rendiciones de cuentas entre bandas que trafican en el sur de Guayaquil. “Se pelean territorios, sectores, calles y hasta esquinas por vender drogas. El grado de violencia deja un mensaje para demostrar su poder”.
En medio de esas revanchas hay adolescentes acorralados. Peña dice que algunas muertes pueden ser accidentales, pero también explica que las bandas están interesadas en captar menores para adiestrarlos, convertirlos en futuros líderes y para evadir sanciones.
“Saben que con el Código de la Niñez las penas son mínimas. Si por asesinato un adulto puede ser sancionado con hasta 40 años de prisión, un menor puede tener hasta ocho años de internamiento. Y si por tráfico se puede llegar hasta 17 años con agravantes, un menor tiene penas de entre 6 meses y hasta dos años”, dice.
Los padres de Armando prefieren recordarlo como un campeón. Por eso muestran con orgullo las medallas que ganó en torneos de 200, 500 y 1 000 metros. Y un trofeo del 2015 con un ángel dorado de alas extendidas.
El Daewoo rojo donde ocultaron su cuerpo fue abandonado poco antes de la medianoche del hallazgo en un callejón de una cooperativa, ubicada a 10 minutos del parque del Guasmo Central donde lo vieron por última vez.
Lucía vive en ese callejón y recuerda con recelo que poco antes de que alertaran a la Policía percibió algunas sombras que la inquietaron. Pero el cansancio la venció y no salió a revisar el candado de la puerta exterior, como acostumbra cada noche.
“En la mañana supe todo. No dejo de pensar qué hubiera pasado si me asomaba en la noche. Quizá estaban todavía con vida y necesitaban ayuda”, se lamenta. Según la autopsia, ambos murieron a las 22:30.
La Dinased ha resuelto 48 de los 120 crímenes reportados en la zona 8. El coronel Cevallos destaca que hay 60 detenidos y 15 boletas emitidas contra sospechosos. En el caso de Armando han ejecutado allanamientos, pero aún no hay detenidos.
Los botes no dejan de gotear en la bodega de la escuela de canotaje de la Playita del Guasmo. La práctica del día terminó y Manuel guinda las preseas de su hijo en la quilla de una de las canoas que quizá usó. “Queremos saber qué fue lo que pasó. Queremos que se limpie su nombre”.