Redacción Judicial
Su voz era inconfundible. Cada vez que hablaba en la cabina de radio La Metro parecía que un tenor estaba detrás de los micrófonos. Édison Soto vocalizaba cada palabra sin apuro, hilvanando los conceptos.
Más detalles de su vida
El Museo del Rock se transmitía el domingo, de 17:00 a 19:00, y el lunes, de 21:30 a 24:00.
A Soto, según su familia, no le gustaba ser fotografiado. Le gustaba el anonimato. Pese a ello, llegó a ser reconocido en los círculos académicos que abordan temas vinculados al rock, como un autodidacta.
Sus restos fueron sepultados en el cementerio de El Batán, en el norte de Quito, el 18 de diciembre. Solo dos días después, iba a cumplir 46 años.Su estilo era afín al contenido del programa que dirigió durante 12 años: El Museo del Rock. Los domingos y lunes abordaba temas vinculados a las bandas clásicas de este género y su filosofía.
“A diferencia de otros espacios en radio, Soto inyectaba conocimiento en sus transmisiones. Era bien informado y uno de los pocos intelectuales especializados. Por eso lo conocíamos como la ‘Enciclopedia viviente del rock”, refiere Darío Ramos, conductor del programa de heavy metal ‘La Hora Shock’, de la misma radio.
El 14 de diciembre hizo un programa especial sobre Ronnie Jame Dio, ex vocalista del grupo Black Sabbath. Soto le rindió tributo, tras enterarse de que le habían diagnosticado cáncer. Fue la última vez que se escuchó su voz. El jueves 17, a las 13:00, la noticia de que había fallecido conmocionó a sus seguidores.
En Internet circularon mensajes de reconocimiento. “Ahora pones rock en el cielo, donde los ángeles moverán sus cabezas y volarán a tu alrededor. Recordaremos a esa persona que soñó, comió y enseñó la mejor música por décadas. Te recordaré en las canciones”, escribió Luis Rodríguez.
La causa de muerte fue un paro respiratorio por sobredosis de escopolamina, dice Ruth de Soto, su esposa. “Parece que trataron de asaltarlo, luego de la cena de Navidad que hizo la radio. Cuando llegó a la casa se encontraba mal y llamamos a una ambulancia para que lo atendiera, pero no alcanzaron a salvarle la vida. Murió antes de llegar al hospital”.
La Policía informó que Soto, horas antes de fallecer, fue hallado cerca de un centro comercial. “Era como si desvariara. Estaba descontrolado y gritaba incoherencias”, dijo un agente que lo halló.
Sus compañeros de la radio coinciden en que ese comportamiento no era habitual. Lo recuerdan como un hombre pasivo, sencillo y equilibrado.
El lugar de tertulia era el local 143 del Centro Comercial El Espiral, en el norte de Quito. Allí, Soto administraba un local de rock. Tenía discos de acetato originales, revistas especializadas, afiches…
Daniel Benalcázar, uno de los clientes, asegura que era el único sitio donde se podían encontrar ‘rarezas’. “La música la importaba del otro lado del planeta. Cada vez que alguien compraba un disco él no solo lo vendía, sino que te enseñaba durante horas”.
Benalcázar cree que las autoridades deberían investigar para dar con los culpables de su muerte. Pero su familia no quiso alargar su dolor. No pidió una autopsia del cuerpo para confirmar la causa del deceso ni presentó una denuncia formal, para que la Fiscalía o la Policía indaguen.
“Nos quedamos con el diagnóstico que nos dio el médico de la ambulancia”, dijo la esposa de Soto. Ella ahora atiende el local.
Según Ramos, en más de una ocasión, la familia pensó en deshacerse de la tienda, por la poca rentabilidad que dejaba. Pero su pasión y compromiso por el rock clásico volvió persistente a Soto.
“Aconsejaba a los jóvenes e incluso si veía que alguien se interesaba de verdad en el género le regalaba discos”, recuerda Edwin Poveda, uno de sus amigos. Él conoció a Soto hace 17 años, cuando llegó desde EE.UU. a Ecuador.
“Me enseñó a hablar español. La amistad creció y llegué a conocer a su familia. Él daba todo por sus dos hijos”, recuerda Poveda.