Un grupo de motorizados se unió a la oposición antes del desalojo policial

Un grupo de motorizados se unió a la oposición antes de ser desalojados de la tribuna De los Shyris. Foto: EL COMERCIO

Un grupo de motorizados se unió a la oposición antes de ser desalojados de la tribuna De los Shyris. Foto: EL COMERCIO

Un grupo de motorizados se unió a la oposición antes del desalojo de la Policía Nacional de la tribuna en la av. De los Shyris. Foto: EL COMERCIO

A lo lejos se escuchó el sonido estridente de lo que parecía una máquina grande. Por unos segundos opacó los gritos de los grupos de oposición que se encontraban a unos 100 metros de la tribuna De los Shyris, en Quito.

El ruido se hizo de repente conocido. Eran motores de motocicletas; 15 al menos que se abrían paso por el sur de la multitud, a espaldas de los manifestantes. Sus luces, al máximo, limitaban la visión y no se distinguía, en medio de la oscuridad de las 22:00, de quién se trataba.

Los más jóvenes pensaron que eran Policías del Grupo de Operaciones Motorizadas que estaban tratando de rodearlos, aprovechando que estaban mermados en número. La convocatoria de este 11 de junio no tuvo tantos adeptos de la oposición como la que se dio en la víspera.

Los pifiaron hasta que vieron banderas del Ecuador amarradas en los manubrios y asientos. Era el grupo de motorizados, pero de la oposición. Llegaron para respaldar a los manifestantes justo cuando la protesta agonizaba. Muchos de los que habían estado de primeros, cerca de las 17:00, ya se encontraban en casa siguiendo los pormenores por redes sociales.

Las motos inyectaron energía en las gargantas cansadas. Hubo euforia, gritaron en contra del presidente Rafael Correa y volvieron a pedir !Que se vaya!, como cuando se iniciaron las movilizaciones en el país, el 8 de junio. Levantaron los carteles del piso y pidieron a los motociclistas que rompan el muro humano de policías antimotines que los separaba del también mermado grupo de oficialistas.

Los motorizados avanzaron como si se tratara de uno de los desfiles castrenses que los quiteños se acostumbraron a ver en la Shyris durante las fiestas de fundación de la ciudad. Los aplaudieron y les dieron palmadas en la espalda. Insistían en que el muro de policías debía caer.

El ruido de los motores volvió a retumbar, más fuerte y más cerca de los gendarmes. Con las motos tan próximas como para ponerlos nerviosos. Los policías se miraban unos a otros; tratando de juntarse hasta sentir el brazo de su compañero rozando el cuerpo. Levantaron sus escudos donde se podía leer: “Soy Policía y también hijo”. “Soy Policía y también Padre”. “Soy Policía y también…”

Habían al menos 200 esperando, cautelosos, la orden que finalmente llegó cerca de las 22:15. !Avancen! se escuchó desde el fondo y los uniformados caminaron despacio, firmes, hasta encontrarse con la multitud.

Los empujaron con los escudos, sin que medien palabras. Los otros contestaron con empujones, insultos e improvisadas cadenas humanas para tratar de evitar, sin éxito, que los policías los desalojen.

No pasaron muchos segundos. Los manifestantes de pronto se vieron en la avenida República del Salvador, a unas dos cuadras de la tribuna de la Shyris. La jornada para ellos había terminado con la promesa de seguir el día siguiente. Los motociclistas se alejaron como llegaron, en grupo, con las luces altas, y los motores rugiendo.

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