Los moradores del barrio Salvador Celi deben atravesar un puente que está en reparación. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Tras la jornada de trabajo o de estudio los moradores del barrio Salvador Celi deben atravesar un puente que está en reparación, por caminos estrechos de tierra, con poca iluminación y con un mal olor insoportable para llegar a sus casas.
Este barrio está ubicado a un costado del puente dos, en el valle de Los Chillos, y son varios los vecinos que deben cruzar este puente que comunica al sector con el puente 2 de la autopista General Rumiñahui.
Lilia de Machoa, 50 años, es una de las moradoras que retornó hoy por la noche a su casa. Ella afirmó que hay mucha inseguridad en ese cruce del puente y que una de las razones es la falta de iluminación. “Las mujeres solemos esperar a que alguien también vaya a cruzar por el puente para ir acompañada”. Ella dice sentir miedo al cruzar sola, no solo porque no puede ver el trayecto sino porque se han dado problemas de inseguridad en este tramo.
Un tramo de este puente ubicado sobre la calle Isla Floreana se cayó producto de un deslizamiento de tierra. Esto ocurrió en marzo de este año.
Tras este problema los moradores se han acoplado con su nueva realidad. Por la mañana, las busetas que antes los conectaban con el puente dos ahora tienen dos rutas o los dirigen hacia el puente uno, por una de las conexiones internas de este barrio con la autopista General Rumiñahui. Las busetas dejan a su pasajeros a un lado del puente en reparación para que caminen por el tramo en construcción y avancen hacia el puente dos.
Sin embargo, este problema se profundiza por las noches pues la iluminación es escasa y los habitantes deben mirar bien por donde pisan porque si no lo hacen se pueden caer a la quebrada.
El camino es estrecho y por eso Luis Chisalango, 46 años, morador desde hace 11 años afirmó que es muy riesgoso caminar.