Mónica Villalobos tiene postales de más de 90 años

Redacción Siete Días

Mónica Villalobos tiene 1000 postales y algunas tienen más de 90  años. Todas de diferentes temáticas, años, material, tamaño. Y están cuidadosamente organizadas por épocas.

Su afición nació a los 7 años,  cuando un tío le regaló una traída de Crimea que data 1914, la más antigua de su colección.  Su curiosidad por conocer, de alguna manera, otros lugares del mundo y la idea de que estas representan una historia de vida, la llevaron a juntar cada vez más.

Son tres álbumes llenos de tarjetas postales. En blanco y negro, de colores, nuevas y viejas.  De paisajes, personas, animales, plantas, con bordes redondos y cuadrados.  Cuenta que cuando viaja lo que más hace es comprar postales. Las tiene de muchas partes del mundo: Israel, España, Suecia, Venezuela, República Dominicana,  México y de otros países que todavía no ha conocido. 

Para que una postal forme parte de su creciente colección,  la tarjeta debe    tener una característica especial, explica la coleccionista:  “Tienen que transmitir mucho del lugar,  tienen que ser lo más parecido a lo que sería estar ahí”.

Mónica también colecciona llaveros , esferos, figuras, pero su colección más querida es, sin duda, la de las postales. Las contempla con ojos de cariño y nostalgia. “Actualmente esta forma de comunicarse se está perdiendo, todo es por vía electrónica. Ahora te las mandan con animación y con música. Antes las postales tenían más sentimiento”.

Las postales son su vida, es a lo que más ha dedicado su tiempo. “Es mi forma de quitarme el estrés, como si fuese una terapia”.

Mónica cuenta que cuando mira su colección le impacta la evolución que ha tenido este medio de comunicación. “Hace años costaba la estampilla, costaba el esfuerzo, había que ir a lugares exclusivos para obtenerlas. Ahora es tan simple  que es un medio gratuito, y cumplen muchas funciones, se regalan en lugares públicos como ‘souvenirs’, son piezas de arte y diseño, de regalo, o todo eso junto”, dice.

Además, eran en blanco y negro o de colores opacos con grabados. Tienen un olor especial y sufren notablemente el paso del tiempo. Su material no es tan resistente y eso hace que se desgasten. “He tenido que tirar varias postales,  pues el papel se ha deshecho”. Las más nuevas, a partir de los ochenta, ya tienen otras alegorías. En ellas se ve pintura, color, la forma  es diferente, su material es más resistente,  tienen más vida.

Agrega: “El desarrollo de   la tecnología  hace que disminuya el encanto de la  postal y  solo aquellas que poseen un sentido artístico, documental histórico o como medio publicitario, subsisten”.

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