A lo largo de la avenida Equinoccial hay, en el momento, 37 locales de venta de comida. Foto: María Isabel Valarezo / EL COMERCIO
Ya no es lo que era hace unas cuatro décadas. Hace rato que San Antonio de Pichincha dejó de ser el pueblo empolvado cuyo único atractivo era el Monumento a la Mitad del Mundo y donde buena parte de los restaurantes cerraba de lunes a jueves, ya que no era rentable abrir puertas toda la semana.
Son más de tres meses desde que a esta parroquia del norte -donde viven más de 40 000 personas- le cambió la cara, cambió su ritmo comercial, en especial a quienes tienen negocios en la av. Equinoccial. Allí funcionaban hasta finales del año pasado 32 restaurantes. En los tres primeros meses de este 2015, se sumaron cinco más.
La zona tuvo un giro económico. Las ventas en los negocios se triplicaron. Algunos restaurantes, incluso, han llegado a vender ocho veces más comparado con el año pasado.
La vocación turística de este sector del noroeste de Quito está consolidada y con un potencial creciente. Hay un ingrediente adicional: la presencia de la sede de Unasur, infraestructura que cumplió cuatro meses y que se convierte en uno de los atractivos principales. Se suman, la repavimentación de la av. Córdova Galarza y el soterramiento de cables.
Mariana Collahuazo, dueña de una picantería en la zona, pasó de vender USD 50, un día entre semana a USD 300. Un sábado vendía USD 180, este último alcanzó los USD 700. Los domingos pasó de vender USD 300 a USD 1 000.
En su local prepara platos típicos como caldo de gallina, caldo de pata, fritada, churrasco, llapingacho y yahuarlocro. Recibe, en su mayoría, clientes oriundos de ciudades como Guayaquil, Ambato e Ibarra. La semana pasada atendió a gente que llegó de Píllaro, en bus, solo para conocer el edificio de la Unasur. Antes no abría los lunes martes ni miércoles. Hoy atiende toda la semana.
Alex Troya, presidente de la Junta Parroquial, asegura que el despunte del comercio se enmarca en un proyecto que contempla, entre otras acciones, capacitaciones. Para ello se están llevando a cabo talleres en atención al cliente y manejo de alimentos.
Los extranjeros también llegan frecuentemente. Leticia Morales, dueña de otro negocio, cuenta que llegan venezolanos y colombianos. Además hay presencia de cubanos, españoles y estadounidenses.
El negocio también mejoró para María Proaño. Ella ofrece almuerzos y cuenta que sus ventas se incrementaron. Además, el fin de semana prepara cebiches y platos costeños.
Sin embargo, pide mayor coordinación cuando haya eventos masivos. Por ejemplo cuando hubo un congreso de los maestros en Cemexpo, llegaron miles de personas y no estaba preparada para abastecer a tanta gente. Hubiese vendido unos 300 platos, pero no estaba informada.
Pese al incremento de las actividades comerciales, los habitantes insisten en que la mejora debe ser global: todavía hay calles de tierra, hay barrios con problemas de movilidad y accesibilidad y, a pesar de los controles en las canteras, el polvo aún es una constante.
José Arcentales, gerente de Trazende Arquitectos, recalca que falta la promoción de un plan integral que abarque aspectos como vialidad, ordenamiento territorial, desplazamiento humano, transporte público, control de ventas ambulantes, salud y educación.
El Miduvi inicio ya una regeneración de la zona con equipamiento urbano, pero hace falta lo que Arcentales llama la metástasis urbana, es decir un plan que permita la implantación de la Unasur en esta zona modifique el sector.
Punto de vista
‘Se debe vencer la novelería’
Hernán Orbea. Exdecano de la Facultad de Arquitectura de la U. Católica.
Toda presencia de un proyecto de esa magnitud revitaliza la zona. Algo similar ocurrió cuando se inauguró el teleférico. Es el efecto ‘novelería’. Pero ese efecto es transitorio, poco a poco van perdiendo el gancho, por lo que es importante que se trabaje en brindar opciones al turista. No es una buena opción subir los precios o las tarifas.
La Unasur es un proyecto-palanca que, usualmente, no alcanzan a mantenerse por largo tiempo, por lo que es fundamental que se responda con iniciativas de carácter cultural, gastronómico, artístico o artesanal para que se eleve la condición de atractivo a un verdadero destino turístico. Sería interesante pensar en opciones de alojamiento. Debería repotencializarse y cerrar el circuito con visitas al cráter del Pululahua, a las ruinas de Rumicucho, al Catequilla… debe haber mayor planificación.