Miedo ancestral a grandes epidemias se reaviva con casos de ébola

Enfermeros liberianos remueven el cuerpo de una víctima del ébola. FOto: EFE

Enfermeros liberianos remueven el cuerpo de una víctima del ébola. FOto: EFE

Enfermeros liberianos remueven el cuerpo de una víctima del ébola. Foto: EFE

Tras el SRAS, la gripe aviaria, el coronavirus y el chikungunya, el virus del ébola reaviva otra vez miedos ancestrales que remontan a las grandes epidemias, aunque la situación está lejos de ser comparable, señaló el experto en historia de la medicina, Patrick Zylberman.

¿Tiene sentido tener miedo a la actual epidemia de fiebre hemorrágica por el virus del ébola?

El miedo ancestral a una epidemia que mata a todo el mundo está profundamente arraigado en todos nosotros, pero difícilmente se puede comparar la fiebre del ébola con las grandes epidemias del pasado como la peste, contra las cuales nuestros antepasados sólo podían rezar.

Cuando la gripe española de 1918 a 1919 que mató a 50 millones de personas en el mundo, no existían los antibióticos, no se conocía al virus y no habían servicios de urgencia o de tratamiento intensivo.

Los países occidentales hoy disponen de sistemas de salud eficaces que permiten limitar o evitar la propagación de los virus, lo cual no es el caso de los países afectados por el virus del ébola.

En términos generales, la crisis actual es un poco del mismo orden que la desencadenada a raíz de la epidemia de neumonía atípica (SRAS) , con la diferencia de que el territorio africano es mucho más frágil en el plano médico, social y político que el de China en 2003. (La epidemia de SRAS apareció en el sur del país asiático a fines de 2002, generó una crisis de pánico mundial, pero sólo murieron unas 800 personas en todo el mundo).

¿Cuáles son los principales factores de gravedad de la epidemia?

Aunque el virus del ébola no se propaga tan fácilmente como el de la gripe (se transmite por contacto cercano y no por vía respiratoria) , la epidemia actual se desarrolla rápidamente y la tasa de mortandad (relación entre el número de muertos y el número de casos) es muy importante, del orden de 50% a 90%, a falta de un tratamiento específico.

La población local ignora el modo de transmisión e insiste en realizar sus ritos fúnebres, acariciando y besando a sus difuntos, como lo hicieron nuestros antepasados durante las epidemias de cólera del siglo XIX.

Pero sobre todo no confían en las autoridades de sus respectivos países, lo cual explica que echen al personal médico a pedradas porque piensan que los vienen a capturar para matarlos. La confianza es un elemento importante y por ejemplo en Francia durante la epidemia de gripe A (H1N1) de 2009 los médicos fueron dejados fuera de juego por una campaña de vacunación sistemática impuesta por el gobierno.

Las crisis sanitarias se suceden, pero ¿los virus patógenos realmente aumentaron? ¿Qué se debe hacer para tranquilizar a la población?

Desde mediados del siglo XIX, se han identificado cada vez más virus, probablemente porque son más numerosos pero también porque existen más medios para detectarlos. Hubo un incremento de los episodios epidémicos en los países del Sur. Desde 1976, hubo una veintena de epidemias de ébola, aunque limitada a un puñado de poblaciones y no a grandes ciudades, como es actualmente el caso.

Es importante sensibilizar a las poblaciones afectadas sobre los modos de contagiarse y no limitarse a entregar volantes a gente que no necesariamente sabe leer.

Hay una creciente inquietud en los países que temen una epidemia importada, y el desafío es hacer una comunicación pública correcta sobre lo que ocurre y cuáles son los riesgos, sin alimentar el pánico.

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