Nos acomode o no, todos somos ciento por ciento mestizos. Mestizos de raza, religión y cultura, en fin, así algo de sangre blanca nos quede, africana, indígena, india o asiática, somos una mezcla de un poco de todo y pretender dejar de ser como somos o darnos de puros es sólo una ridiculez con excepción de minorías muy marcadas y sólo en cuanto al color de la piel se refiere. En este tema, como en todo el resto, estamos globalizados a consecuencia de una historia de conquistas y, más cercanas en la historia, migraciones producidas por razones varias. Mientras esta es una verdad ineludible y lógica, en nuestra ciudad la gran discusión es, si se festeja lo autóctono o lo heredado de España. ¡Qué tal pérdida de tiempo cuando hay tanto pendiente que, más bien, se debe arreglar!
Que si la fundación de la ciudad, cuando igual, entonces, ya éramos un pueblo conquistado o, festeja a Rumiñahui, mientras ambas se pueden llevar de la mano; que si las bandas de pueblo, ojo, con herencia española por más de pueblo que sean, o los cantantes de protesta o música caribeña que nada de auténticos tienen si a nuestra cultura mestiza se refieren. Que si las corridas de toros, con tolerancia hacia quienes no están de acuerdo con ellas, o será que volvemos a alguna danza de vírgenes dedicándolas al sol o la luna. ¿Será que ya no podemos comer empanadas de harina de castilla y comer sólo cuy? O mejor seguir disfrutando de nuestra gloriosa cocina mestiza.
Somos un país de católicos porque la conquista se basó en ella, pero todavía festejamos los solsticios y en ellos se basan la siembra y la cosecha. En nuestras impresionantes iglesias, obras de arte reconocidas, se mezcla la pureza religiosa con la “herética” adoración al sol, la luna, las frutas y los animales. Nacimos de la música de las ocarinas y de los rondadores con fondo de marimba y hoy también en el pasillo hay el dejo de lo español.
La ceguera que sufrimos es inmensa en su tontería porque no podemos reflejarnos en un espejo y darnos cuenta que somos una mezcla o, como dice el diccionario, de madre y padre, de diferentes razas, sangre o cultura, es decir mestizos sin importar el color de la piel.
No reneguemos más de la orgullosa herencia que, además en la actualidad, ya no nos llega sólo de los aborígenes de la región, España y cientos de otros países que hacen de Quito una ciudad multicultural e interesante que lo que sí precisa es que alguien se preocupe por la recolección de la basura, la vía al aeropuerto, los gigantes baches en las calles, el tráfico, la preocupante inseguridad y el descontrol en la planificación, entre mil temas más. Es decir, como mestizos, dejémonos de pequeñeces y ataquemos el gran problema: Quito está fuera de control. ¡Que viva Quito!