Francisco Moreno. Cuenca
fmoreno@elcomercio.com
Ella estaba sin zapatos. En sus muñecas y en los tobillos tenía adornos de su etnia Shuar. Yolanda Taish, de 45 años, fue decapitada y su cuerpo encontrado la noche del 29 de octubre a unos 10 metros de lo que ella llamaba su casa.
Yacía sumergida en un pequeño riachuelo llamado Tutanangosa, en el camino que une a Sucúa con la comunidad shuar de Asunción, en Morona Santiago.
Su casucha armada en medio de la selva hoy luce intacta. Las paredes son de plástico negro, unos cuantos palos largos la mantienen en pie. En el interior un viejo colchón le servía a Taish y su hijo Luis S. (17 años) como cama. Él tiene discapacidad mental.
Ella cocinaba en la intemperie con leña. Junto a la casucha aún permanecen dos ollas negras quemadas, con sopa de pescado la una, y con algo de legumbres la otra. Esa noche iban a comerlas.
Luis la esperaba, ella llegaba después de mendigar en Sucúa. Cargaba una mochila elaborada con un costal viejo y una cuerda roja la aferraba a su espalda. Pero nunca llegó a su hogar.
Al siguiente día, su hijo deambulaba por Sucúa con la ropa manchada de sangre. Fue llevado al hospital público Pío XII, porque también tenía laceraciones y hasta impactos de perdigones en la parte lateral derecha de su torso.
En esta casa de salud le atendieron todas sus heridas, y aún no la abandona, pese a contar con el alta médica. Allí estará hasta que se le consiga una casa asistencial porque no tiene familiares.
El joven permanece en una habitación grande junto a tres pacientes. Luis vive su mundo alejado de ellos, mira sus dedos y cuando le preguntan si comió responde molesto “no sé”. Sus heridas ya sanaron, pero aún luce desconcertado y muy desconfiado ante la presencia de los extraños.
Es el único testigo de la muerte de su progenitora; sin embargo, por su condición no se ha podido receptar una declaración clara sobre el hecho, dice el fiscal provincial, Humberto Tello.
Hasta tanto, uno de los pocos que tiene una noción de cómo se encontró el cuerpo es el indígena shuar Edy Tuitsa. La noche de ese jueves 29 de octubre se dirigía desde Sucúa a su casa en la comunidad de Asunción. El viaje dura más de 30 minutos.
Como todas las noches fue por esa estrecha carretera polvorienta cerca de las 21:00. “Cuando pasé por allí, quizás ella ya estaba muerta, la gente de la comunidad la encontró más tarde y el impacto fue grande al hallarla sin cabeza”.
El indígena asustado cuenta que una familia vecina de la comunidad salió esa noche a cazar armadillos (un animal de la Amazonia). El padre, la mujer y dos pequeños niños shuar buscaban ese animal en medio de la selva y de repente se encontraron el cuerpo de la indígena Taish.
Enseguida se dirigieron a la Policía en Sucúa y allí contaron lo que vieron. Esa noche se realizó el levantamiento del cadáver.
Cuando la Policía llegó al lugar, el cuerpo estaba recostado hacia delante. El corte en el cuello era perfecto, parecería que la mujer fue ubicada en una guillotina. Su ropa no presentaba manchas de sangre, se presume que es porque el cuerpo estaba dentro del agua.
Esta muerte mantiene alarmada a la comunidad shuar de Morona Santiago. Con este hecho suman tres las mujeres decapitadas desde 2005, en esta provincia. Ese año una mujer fue hallada en la comunidad de Yurang; en 2008 otra fue encontrada decapitada en el río Upano. Y hace más de un mes el asesinato de Taish alarmó otra vez a la población.
El presidente de la Federación Shuar, José Acachu, está desconcertado y molesto. Él asegura que la muerte de esta mujer no tiene ninguna vinculación con el ritual de esta etnia de la reducción de cabezas humanas.
Ese rito dejó de practicarse en su etnia shuar a mediados de la década de los cincuenta. Antes de conversar se pone en su cabeza la corona de plumas de pájaro, típica de su nacionalidad. También lleva adornos en su pecho.
En su oficina en Sucúa, él explica que al incluirse los shuar en el régimen judicial del Ecuador esa práctica dejó de realizarse. En su computador portátil muestra danzas de grupos shuar que hacen representaciones del ritual de la tzantza.
“Para nuestra cultura este es un símbolo de guerra, es un trofeo que lo adquiría el hombre shuar después de vencer al enemigo. La guerra entre dos grupos terminaba cuando se le cortaba y reducía la cabeza del perdedor”.
En una bóveda de la Federación Shuar están almacenadas 10 cabezas reducidas o tzantzas. Con palabras de victoria, el dirigente shuar recuerda que estas cabezas fueron encontradas en un museo de Estados Unidos y ahora son un patrimonio de su nacionalidad.
Por ello no las exhiben y para evaluar si se las muestra a alguien es necesario que se conforme un comité de ancianos de la etnia. Si ellos aprueban se mostrarán las tzantzas, caso contrario no. Ellos solo se reúnen a inicios de cada año para debatir otros temas.
Acachu desmiente que su etnia haya participado en la muerte de esta mujer a finales de octubre pasado porque el procedimiento no es el mismo. Es decir, la muerte de la mujer “fue de forma clandestina, cobardemente. Cuando hacíamos nuestro ritual lo desarrollábamos a la vista de todos y nunca fue a mujeres, siempre fue a hombres. Fueron los líderes de la comuna enemiga”.
Es enfático cuando dice que si se encuentra responsabilidad del hecho a algún miembro shuar la Federación no intervendrá para apoyarlo. Según él, el autor deberá pagar su culpa por asesinato.
Explica, con dificultad, la forma en que se obtenía una tzantza. Según él, después de que ya cae muerta la víctima se debe cortar la cabeza de una forma muy técnica. Desde el pecho y la espalda se corta en forma de V, una vez abierta la piel se arrancaba la cabeza desde el cuello.
Por la forma del corte que tuvo el cadáver de Taish, Acachu duda de que esa muerte se relacione con el ritual shuar de la tzantza. No tenía esa forma en su pecho ni en su espalda, es un corte recto y directo en el cuello de acuerdo con las fotografías del levantamiento del cuerpo.
Pero Acachu no descarta que este hecho esté relacionado con la venta ilegal de cabezas reducidas. En noviembre pasado, otra mujer apareció decapitada en el río Pastaza, en la provincia del mismo nombre. Ella sí tenía un corte en forma de V. En Pastaza también hubo otros dos casos en 2008.
Los cuerpos de dos mujeres fueron hallados juntos en el río Alpayacu sin cabeza. Por su estado de descomposición no se pudo determinar si son shuar, dice el fiscal de Pastaza, Édgar Cajas.
En la actualidad, el fiscal de delitos indígenas de Morona Santiago, Armando Puwainchirra, realiza las investigaciones de los casos en esta provincia (ver compartida). Hay cuatro detenidos acusados por la comunidad de ser los autores de la muerte de Taish.