Berlín/Londres, DPA
Es uno de los “padres” de la Fórmula 1 moderna y también una de sus figuras más controvertidas. Por eso mañana, cuando cumpla 70 años, el número de personas que lo felicitarán será sin duda tan largo como el de los que lo maldecirán.
Aún años después de su adiós, la huella del dirigente británico seguirá siendo visible en la clase reina de deporte del motor. En el último año de su mandato, Mosley, que hizo más segura la Fórmula 1, abogó de forma tan radical por ahorrar costos que estuvo a punto de provocar la escisión de la serie.
A menudo salió victorioso de sus encarnizadas luchas de poder con los constructores automovilísticos, pero su fama de “gentleman” se vio muy dañada por un delicado “affair” sexual. “Una vida mucho más tranquila”.
Eso es lo que quiere ahora el físico y abogado británico, según aseguró poco antes de dejar en octubre la presidencia de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) en manos de su sucesor predilecto, el francés Jean Todt.
Sobre el asfalto de los circuitos, los equipos debutantes en la Fórmula 1 como Virgin, Lotus y Hispania Racing son el legado visible de su política. Después de la crisis financiera mundial y la marcha de patrocinadores y constructores, el entonces jefe de la FIA forzó una radical reducción de gastos e introdujo una reforma reglamentaria que atraía a nuevos equipos privados.
Como contraprestación, Mosley tuvo que prometer su retirada de la presidencia a los equipos punteros, que amenazaron con crear su propia competición. Hasta entonces, Mosley había repelido todos los ataques a su trono.
En 1991, sucedió en el cargo de máximo jefe del deporte del motor a Jean-Marie Balestre y dos años después, el ex piloto de Fórmula 2 fue elegido también presidente de la reestructurada federación, que desde entonces se llamó FIA.
Contra toda resistencia, Mosley llevó adelante su rigurosa política de seguridad, sobre todo después de los accidentes mortales de Roland Ratzenberger y del ídolo de la Fórmula 1 Ayrton Senna, en 1994 en Imola.
Desde hace 16 años, ningún piloto ha muerto accidentado en la Fórmula 1. Mosley contó siempre con el respaldo del patrón de la Fórmula 1, Bernie Ecclestone. Así logró superar a finales de 2000 una primera “revolución en palacio” encabezada por los jefes de equipo Ron Dennis, Eddie Jordan y Frank Williams.
Pero su promesa al asumir el cargo de que “la época de los errores y los escándalos pertenecía al pasado” no pudo mantenerla por mucho tiempo. En el espectacular “caso de espionaje” sobre los datos robados a Ferrari, Mosley actuó como inexorable acusador y juez.
El equipo McLaren y su encarnizado enemigo Dennis tuvieron que pagar al final una multa récord de 100 millones de dólares. Medio año después, el propio Mosley se vio acorralado con la publicación de un video en el que aparecía en una orgía sexual con cinco prostitutas.
Pero el hijo del antiguo líder fascista británico Sir Oswald Mosley se recompuso. Ganó el proceso contra el tabloide que había desencadenado el “affaire”. Y superó una moción de confianza en la FIA.
“Fue un tiempo muy duro para mí”, reconoció Mosley, cuya conmocionada esposa Jean se enteró a través de la prensa de las aventuras sexuales de su marido. Pero en el mundo del deporte del motor siguió siendo el hombre fuerte.
Un año después del escándalo, Mosley explicó con humor en una entrevista con la revista alemana “Der Spiegel” cómo había afrontado su vuelta al trabajo en una reunión con delegados de la Fórmula 1. “Les dije: ‘Cada uno de ustedes puede hacer tres chistes, pero luego se acabó'”.