Pablo Fiallos. Redactor
Tardíos y lejanos. Lo mejor del cine universal que se exhibe en el país llega con esas características. Y en algunas ocasiones, este cine tiene que seguir esperando otro año más hasta que los grandes ‘tanques’ cinematográficos les cedan un espacio.
Así, esta temporada nos queda debiendo excelentes títulos como ‘El luchador’, de Darren Aronofsky; ‘El lector’, de Stephen Daldry, o ‘El secreto de sus ojos’, de Juan José Campanela, que aunque han sido proyectadas durante un día en distintos festivales, no han logrado un espacio para el gran público dentro de la cartelera regular en el país.
Los que sí llegaron a tiempo a las salas fueron los ‘blockbusters’, inmensas películas ‘made in Hollywood’ que además de arribar al país con una gran cantidad de copias, llegaron siempre acompañadas de un enorme aparato de promoción, por lo que dominaron fácilmente la taquilla nacional.
Nombres como ‘2012’, ‘Avatar’, ‘G.I. Joe’, ‘Fuerza G’, ‘Luna nueva’, ‘Australia’, ‘Terminator: salvation’, ‘Transformers 2’, ‘Harry Potter 6’ generaron interminables filas de espectadores, ávidos por encontrar en las pantallas a sus estrellas favoritas, alucinantes efectos especiales y fórmulas repetidas que permitan identificar la historia en la gran pantalla con los sueños de cualquier espectador. Y solo en contados casos, la calidad de las historias acompañaron a la estética de estas producciones multimillonarias.
Pero Hollywood también tuvo una propuesta de cine diverso, reflexivo e inteligente. Cintas como ‘Gran Torino’ y ‘El intercambio’, ambas dirigidas por Clint Eastwood, ‘Frost/Nixon’, de Ron Howard, ‘Revolutionary road’, de Sam Mendes y ‘La duda’, de John Patrick Shanley significaron un respiro del cine comercial estadounidense.
Estas producciones acompañaron a las oscarizadas ‘Slumdog millionaire’, de Danny Boyle; ‘El extraño caso de Benjamin Button’, de David Fincher; ‘Juno’, de Jason Reitman, y ‘Milk’, de Gus van Sant. El thriller de Michael Mann, ‘Enemigo público’, que retrata la vida del gángster John Dillinger, interpretado por Johnny Depp, la cinta biográfica sobre Ernesto Guevara, realizada por Stephen Soderbergh, ‘Che, el argentino’, y la comedia de Michel Gondry, ‘Rebobinados’, también brillaron en este año.
Lo mejor, una vez más, llegó de Europa. La película que más llamó la atención, por su calidad estética y narrativa, fue la multipremiada internacionalmente ‘Las alas de la mariposa’. El director Julian Schnabel hace una analogía poética sobre la necesidad esencial de la comunicación, a partir de la reconstrucción de la vida del periodista francés Jean-Dominique Bauby, quien sufrió un infarto masivo que le dejó postrado.
De Woody Allen llegó ‘Vicky Cristina Barcelona’, cuarta incursión del cineasta neoyorquino en Europa. De Sam Gabarski se presentó ‘Irina Palm’ y de Laurent Cantet se estrenó ‘La clase’. ‘Novia por compromiso’, de Francis Veber, fue la representante del cine cómico por el Viejo Continente.
La filmografía de Oriente tuvo dos buenos ejemplos: ‘Lujuria y traición’, de Ang Lee, presentó una atípica historia de amor y posesión en medio de la invasión japonesa en la China de la Segunda Guerra Mundial. ‘Al otro lado’, de Fatih Akin, mostró la influencia de la migración turca en Alemania.
De Latinoamérica gustaron la sencillez humorística de ‘El baño del papa’, de César Charlone y Enrique Fernández, el melodrama onírico de ‘El nido vacío’, de Daniel Burman, y la intensidad sociológica de ‘La teta asustada’, de la peruana Claudia Llosa.
Ecuador también estrenó. ‘Impulso’, de Mateo Herrera, incursionó en el campo del suspenso. ‘Los canallas’ significaron el promisorio trabajo de estreno de nueve jóvenes cineastas, bajo la tutela de Camilo Luzuriaga. ‘Blak Mama’ resultó una extraña incursión dentro de la simbología de lo ecuatoriano. Y también se estrenaron los documentales como ‘Cuba, el valor de una utopía’, ‘Descartes’, ‘Este maldito país’, entre otros.
El cine de animación tuvo nuevamente este año una importante acogida. El año que terminó con el regreso de Disney a la animación clásica con ‘La princesa y el sapo’ tuvo su punto más alto con la película de Pixar, ‘Up’. La cinta, dirigida por Pete Docter y Bob Peterson, resultó una admirable metáfora sobre el amor y la realización de los sueños, una fantástica fábula animada que demuestra que la imaginación no tiene límites.