Redacción Quito
Las señales de tránsito no se respetan en el sector de La Marín, en el centro. La bulla de los pitos y motores de los centenares de vehículos que circulaban por este lugar se confundían con el barullo de los comerciantes y los transeúntes que caminaban sobre la avenida Pichincha.
Édison Suárez tiene un negocio de cabinas telefónicas en la acera oriental de esa arteria. A él no le molesta el ruido de los automotores, pero se queja de la falta de señalización vial. El comerciante afirmó que es común observar a los buses parando en lugares no autorizados para dejar y recoger pasajeros.
El comercio informal
En este sector también existe comercio informal. Los feriantes colocan carpas plásticas en las dos aceras de la av. Pichincha. Esto dificulta la circulación de los peatones.
Las ventas y los negocios impiden que los pasajeros puedan tomar el bus, por lo que deben bajar hasta la calzada para embarcarse en las unidades de transporte.
En este lugar se está construyendo un centro comercial para ubicar a los 67 feriantes. Sin embargo, la obra está paralizada y aún no existe una fecha de apertura.
En La Marín también funciona un centro comercial del ahorro. Allí están reubicados los comerciantes que antes trabajaban en el Centro Histórico.La semana pasada, la unidad 573 de la operadora Victoria fue una de las que infringió la Ley. El conductor se detuvo en el carril izquierdo para dejar a los pasajeros. En el lugar no hubo policías que controlaran el tránsito.
Por eso para Suárez la presencia policial es vital en este lugar. “Si no hay alguien quien sancione, difícilmente se cumplirán con las normas”.
En La Marín funciona una miniterminal de buses interparroquiales que llegan desde el valle de Los Chillos y dos estaciones de transferencia de pasajeros de los sistemas Ecovía y Corredor Central Norte (Metrobús). Pero, además, este es el punto de retorno de la mayoría de buses que van al norte y sur de la ciudad.
Gloria Menacho tiene un negocio de víveres en este sitio y señaló que el caos vehicular y de peatones se genera en horas pico. “Todos los oficinistas, estudiantes, empleados, vienen a este sitio porque aquí se coge el bus para ir a todo lado”.
Según la directiva barrial, por este lugar circulan diariamente un promedio 200 000 pasajeros. Estela Sotomayor es una de las transeúntes que llega hasta La Marín diariamente. Ella vive en Los Chillos y debe movilizarse hasta la avenida Río Coca, en el norte. Ella, de lunes a viernes, toma un bus interparroquial hasta este lugar y luego debe tomar un articulado de la Ecovía. “En la mañana es imposible caminar tranquila, hay un millar de gente y nadie respeta la fila para coger el bus. Los choferes nos dejan en media vía”.
Los buses interparroquiales no dejan a los pasajeros dentro de la miniterminal, sino que abren sus puertas antes y dejan a los pasajeros en el carril izquierdo, en la mitad de la calle. Afuera de las dos estaciones de transferencia del sistema Metrobús existen semáforos peatonales que tampoco se respetan.
La unidad 1760, por ejemplo, se paró el miércoles sobre la señal peatonal, impidiendo el cruce de los transeúntes. Esto molestó a Irene Godoy, quien iba con su hija Sofía en brazos. Ella se quejó porque nadie cumple las normas. “Aquí gana el más vivo y los choferes son de miedo”.
Sin embargo, no solo los choferes infringen la Ley, los peatones tampoco respetan las señal de los semáforos y cruzan desordenadamente. Julio Guanotoa es un comerciante informal que trabaja en el sitio desde hace cinco años. Él aseguró que los transeúntes también generan problemas porque no caminan sobre las aceras ni aguardan el bus en las paradas establecidas.
María Tenelema, quien llega hasta este lugar de lunes a viernes, reconoció que es difícil respetar las paradas. “Los buses pasan repletos, entonces debemos correr para que nos lleven”, dijo la oficinista.
Ella también se quejó por la contaminación ambiental que hay en el lugar. La bulla y el esmog son, para Tenelema, problemas que deben resolverse. “No es posible que todos los días tengamos que respirar humo y quedarnos hasta sordos”.