“El estilo de Correa es la marca del Gobierno. Su figura es excluyente”, dice con realismo un periódico público en su análisis de los tres años de “correísmo” (esto no lo dice). Los medios y analistas independientes plantean cosas parecidas pero con añadidos más contundentes y menos respetuosos.
Desde autoritario, personalista, peleón, hasta casi dictador. Algunos reconocen una dosis de carisma, de caudillaje, de cerebelo. Otros protestan anotando puntos extremos y signos de inexperiencia e intemperancia. Recibe aplausos, alabanzas y votos. Pero también críticas, condenas y aun protestas rabiosas. Lo cierto es que, al final de cuentas, se pasa de largo como el personaje de estos tres años, con todo lo que ello entraña de bueno, malo y el resto.
Ganó una sarta de elecciones y todavía no se perfila alguien que le amenace desde las urnas. Mantiene puntajes interesantes cuando antes los presidentes volaban bajo a esas alturas o ya se habían caído. No ha podido evitar, por cierto, descensos en el respaldo a su gestión. Tuvo su marca más alta (72%) en abril de 2007, tres meses después de asumir el poder, según Cedatos Gallup, y bajó hasta el 42% en diciembre de 2009. Santiago Pérez le ubica en el 59%.
Una nota especial del tercer cumpleaños es que se fueron o alejaron varios amigazos de ayer, ex baluartes de Alianza País. La lista no es corta: Alberto Acosta, Fander Falconí, Trajano Andrade, Eduardo Valencia, Luis Maldonado, Mauricio Dávalos y ayer Manuela Gallegos. Hoy, en los círculos más cercanos del poder sobreviven Ricardo Patiño, los hermanos Alvarado, Alexis Mera y algunos y algunas de los numerosos ministros/as.
El juzgamiento de estos tres años presenta discrepancias notorias, lógicas y aun apasionadas. Una visión de la prensa pública plantea que se trata de un lapso de cambio radical, con un proceso profundo de transformación del Estado y una creciente atención a las áreas sociales. Las voces más o menos imparciales anotan actividad, oratoria, entusiasmo evidentes, apoyo al área social, impulsos en la obra pública.
Los opositores destacan el desempleo, la inseguridad, los precios altos, el exceso del gasto público, la falta de fiscalización. El tema de la comunicación también a funcionado en forma permanente, con una ofensiva presidencial a través de las cadenas sabatinas y con proyectos de leyes sancionadoras en la Asamblea, aparentemente superadas por acuerdos para impulsar una legislación moderada, sin clausuras o sanciones.
Como telón de fondo, un socialismo del siglo XXI que no termina de responder a las preguntas y una oferta de radicalización que seguramente gusta a unos votantes y asusta a otros. Tres años en el calendario y mil temas en la palestra y algo que es lo único seguro. El candidato para el 2013 está a la vista.