El pasado 9 de los corrientes, se cumplieron 10 años desde que en el Ecuador se implantó el dólar estadounidense como nuestra moneda.
En mi opinión, fue un acierto del gobierno de Mahuad haber tomado esa medida económica, la cual detuvo el deterioro de la capacidad adquisitiva de los ecuatorianos, impidiendo que se continúe devaluando el sucre, de la forma cómo se lo había hecho durante los últimos años, estabilizando de esta forma los precios en nuestro país, lo cual permitió que muchísimos ecuatorianos se endeuden a mediano y largo plazo, para comprar una vivienda, un vehículo, etc. Pero el dólar, como sostuvo en una reciente entrevista televisiva la empresaria Joyce Higgins, no es Mandrake.
La falta de seguridad económica, política y jurídica, impidió que se fomente la productividad en el Ecuador, el cual es uno de los países menos competitivos de toda la región.
El comercio en general (consumo) y la banca, han crecido durante esos últimos 10 años, lo que demuestra que la gente tiene más dinero para gastar, pero ello no es suficiente. Es necesario que el Gobierno fomente la productividad y dinamice el sector productivo con reglas claras. Que se atraiga a capitales extranjeros para que inviertan a largo plazo en nuestro país, especialmente en el sector petrolero y en el energético, donde la falta de recursos es evidente; lo cual se consigue flexibilizando la ley laboral y reduciendo impuestos. También es necesario que el Gobierno reduzca el tamaño del Estado y racionalice el gasto público.
Si bien es cierto que el Gobierno de la “Revolución Ciudadana” que cumple tres años mañana, ha invertido ingentes cantidades de dinero en educación, salud y vivienda, no es menos cierto que ha tenido recursos económicos, como ningún otro gobierno siquiera soñó.
Las exportaciones petroleras pasaron de USD 2.144 millones en el año 2000, a USD 10.568 millones en el 2008; se quintuplicaron en ocho años. Las remesas de los ecuatorianos que viven en el exterior, pasaron de USD 1.200 millones a USD 2.800 millones en los últimos 10 años, aunque debido a la crisis económica mundial, han decrecido últimamente.
Lamentablemente, pese a las ventajas de la dolarización en este último decenio, la falta de generación de puestos de trabajo es evidente, por la errática política que han mantenido muchos de los últimos gobiernos.
Actualmente, el número de desempleados supera el 10% según algunos analistas y el de subempleados el 50%, lo cual es alarmante.
Invertir en el sector social para atenderlo mejor, implica generar más fuentes de trabajo, no más “bonos”, y para ello es imprescindible lograr acuerdos con el sector privado, y en mi opinión, mantener el dólar como moneda nacional.