Redacción Siete Días
Son las 11:30 y hace calor en Río de Janeiro. El reloj público de la esquina de las calles Prudente de Moraes y Vinicius de Moraes dice que en este lindo día de sol hay una temperatura de 35 grados centígrados.
Un recuerdo que se hizo marca
En el bar Garota de Ipanema se venden camisetas donde está impresa la partitura de la famosa canción. Hay en dos tipos: negras con letras blancas o blancas con impresión en negro. También hay fundas de regalo con la partitura.
El bar se convirtió en una cadena, pero con su particularidad: se conserva el mismo logotipo de una G blanca que también es el asa de un jarro de cerveza, pero cambia de nombre según el barrio donde esté.
En Río de Janeiro hay por lo menos otros siete locales: Garota de Leblon, Garota de Copacabana, Garota de Tijuca, Garota de Flamengo, Garota de Gávea, Garota de Penha y Garota de Urca.Es domingo y aún no es mediodía, pero las ‘chopps’ bien heladas van de una esquina a otra del bar, de mesa en mesa, en la bandejas redondas que llevan meseros cincuentones y muy simpáticos. Se dice que no hay que beber antes del mediodía, pero aquí a nadie parece importarle aquel pequeño detalle.
El bar no está lleno de clientes, todavía. Recién a las 13:00 empezará el peregrinaje de quienes trabajan o viven cerca y almorzarán en el Garota de Ipanema.
Algún desprevenido pensará, viéndolo desde afuera, que es muy fácil adueñarse del título de una de las canciones de bossa nova más famosas de Brasil para ponerle nombre al bar. Pero en el barrio todos saben que fue ahí, en esa esquina, donde Antonio Carlos Jobim, mejor conocido como Tom, y Vinicius de Moraes, papel y bolígrafo en mano, compusieron y musicalizaron el homenaje a una linda colegiala que caminaba por esa calle hacia la playa casi todos los días.
El tema es que antes, en los sesenta, cuando la canción fue escrita, el bar tenía el nombre de Veloso. Hoy se encuentra un bar con ese nombre a pocas cuadras de ahí, pero no guarda relación con la historia. El bar ha cambiado. Antes, cuentan los cariocas, no había el cerramiento que tiene ahora y la mayoría de las mesas estaban en la calle.
La sombra de los árboles que están en la calzada protege a los caminantes que, a esta hora, van a la playa. Las familias, con padres, abuelos y nietos, caminan conversando y riendo hacia el mar, siguiendo la ruta de la garota, según describe la canción.
Estamos en medio de la ciudad, pero aquí no hay un código de vestimenta estricto… los hombres van de bermudas, algunos ni siquiera llevan camiseta. Las mujeres cubren sus tangas solo con la ‘canga’ (pareo). Las sandalias hawaianas son parte del uniforme de quien se va a divertir a la playa.
Los clientes y los meseros se comunican casi a señas. Los meseros buscan la mirada del cliente y le señalan con un movimiento de cabeza el vaso. Los clientes hacen una señal circular sobre su jarra de cerveza y, en solo segundos, aparece el mesero con otra ‘chopp’ heladita.
Al entrar al bar, además de los meseros que van de un lado a otro y que se ocupan de que nadie tenga el vaso vacío, llama la atención la cantidad de artículos de diarios que pueblan las paredes, bien enmarcados y cubiertos por vidrios, además de la gigantografía con la partitura de la Garota de Ipanema, manuscrita y firmada por Vinicius de Moraes.
Hay notas muy locales, como una que escribió O Globo, titulada: ‘Uma coroa gostosa’, que se pudiera traducir como: ‘Una señora buenota’. No piense mal: en Brasil ese titular no se considera abusivo. Esa ‘coroa gostosa’ de la nota es doña Helô Pinheiro, cuyo nombre en la época en que fue musa de esas grandes figuras de la música brasileña se llamaba Heloísa Eneida Menezes Paes Pinto.
En la nota se recuerda que en 1962, Hêlo pasaba a diario por la calle Montenegro (que hoy se llama calle Vinicius de Moraes) hacia la playa. Ella vivía en el número 22 de la calle Montenegro y era estudiante de colegio.
Tres años después, Vinicius de Moraes divulgó la identidad de la garota a quien le habían compuesto la canción de bossa nova que convirtió a Ipanema en una palabra que evoca belleza, juventud y playa y que los hizo famosos a él y a Jobim fuera de Brasil, en especial después del lanzamiento, en 1963, de la versión en inglés ‘The girl from Ipanema’.
¿Qué fue de la famosa garota? Esa nota de O Globo, colocada frente a la barra, lo cuenta: ella hoy es dueña de una cadena de tiendas de biquinis que se llama, como no podría ser de otra manera, Garota de Ipanema.
Otros artículos, muchos de diarios extranjeros, también recrean la historia de la garota y los famosos compositores.
No es raro ver a los turistas, cerveza en mano, parados frente a las paredes, leyendo los artículos de la historia de la canción. Luego, a conocer el barrio, que está entre la laguna Rodrigo de Freitas y el mar, dividido del barrio de Leblon por un canal.
El mediodía se acerca y la hora del almuerzo comienza… ahí es cuando los olores de la cocina carioca empiezan, sutiles, a despertar el apetito.