Lizete Cevallos une los restos de cerámica los manteños para la restauración. Foto: Andrea Medina/EL COMERCIO.
Como fichas de un rompecabezas aparecen sobre una mesa los pedazos de lo que alguna vez fue una vasija, figura o un instrumento tallado por un miembro de la cultura Manteña en la Costa ecuatoriana.
Estos restos arqueológicos no solo se valoran, pese a su diminuto tamaño, sino que pasan por todo un proceso, para determinar si pueden ser recuperados y formar parte de una exhibición. Esta es una de las labores que se hace actualmente en el Centro de Investigación Hojas Jaboncillo, que funciona en la comuna de Picoazá, en el cantón Portoviejo.
Lizete Cevallos, nativa de Picoazá, es la encargada de unir parte por parte los objetos en el área de restauración. Esta labor la realiza en una especie de estudio, con grandes mesas de metal, lámparas y otros artefactos para unir miles de piezas.
Como si las conociera de memoria, Cevallos toma los pedazos identificados por números y siglas puestas en cinta adhesiva, para pegarlos. “Aquí hay de diferentes lugares, excavaciones y materiales, como piedras y metales talladas por los manteños”.
Cevallos trabaja, además, desde hace varios años como guía en el museo in situ, ubicado en el cerro Jaboncillo, donde se encontraron estos vestigios. Allí se conservan los lugares de las excavaciones, que están junto a centros de interpretación que explican las formas de vida de la cultura manteña.
Este pueblo data aproximadamente de los años 600 a 1500 d.C. Y basado en los restos encontrados, en esta zona, se inició la investigación arqueológica en un área de 3 500 hectáreas. Este proyecto comenzó en el 2010. A partir de entonces, las exploraciones y los hallazgos continúan.
“En cada investigación se levantan estilos de vida que ellos (los manteños) tenían y se determinan sus conocimientos”, dice Rebeca Cevallos, de la administración Ciudad Alfaro.
Pero el museo y el área de restauración no son los únicos componentes que forman parte del nuevo Centro de Investigaciones que funciona hace cuatro años. En el lugar se adecuaron espacios para el almacenamiento de las piezas, un área de lavado, de análisis, de registro fotográfico, una biblioteca y aulas didácticas donde se imparten cursos relacionados a las figuras manteñas.
María Fernanda Cadena, encargada de este proyecto que también impulsa la administración de Ciudad Alfaro, explica que todo lo que allí se hace busca el rescate de los saberes ancestrales. “Intentamos que mediante las actividades como talleres, difusión e interacción con la comunidad se convierta como en un parque arqueológico”.
En el aula denominada Picoazá, por ejemplo, se destinó un lugar apto para las clases hasta donde llegan sobre todo las mujeres de la comunidad. Allí se exhiben algunos de los trabajos ya realizados por las pobladoras, como manteles bordados y otras artesanías con iconografía de los objetos arqueológicos manteños.
“Con estos conocimientos que hemos tenido a partir de las investigaciones, se ayuda para que las mujeres puedan también hacer sus propios emprendimientos”, dice Cadena.
Ernesto Pin desarrolla los dibujos de las piezas halladas en diferentes técnicas. Foto: Andrea Medina/ EL COMERCIO.
Parte de esta interacción es su vinculación en la parte científica. Así se involucra Ernesto Pin, un experto dibujante de Picoazá del área de registro y dibujo de las piezas encontradas.
Lo que hacemos, explica Pin, es dibujar como si fuera una fotografía a cada pieza según las indicaciones de los arqueólogos. “Hay dibujos que toman desde un día hasta una semana cuando los detalles en su diseño abundan”. Él trabaja en una mesa inclinada para dibujo y lámparas con luces led para, con paciencia y destreza, plasmar en cartulinas y a lápiz los dibujos ancestrales.
En el centro también hay un área lúdica en la biblioteca denominada Catarama. Los niños de la comunidad son quienes más ocupan el espacio y lo convierten en su zona de aprendizaje a través de la pintura, figuras de plastilina, lectura o el origami.
En cada una de sus manualidades también está reflejada la cultura manteña y sus formas más representativas, como la conocida silla manteña en forma de U, que ahora ellos colorean y moldean.
En contexto
El Centro de Investigaciones Hojas Jaboncillo se construyó en el 2014, cerca del sitio donde ya funcionaba un museo in situ de estudios arqueológicos. Su objetivo es aportar en el rescate de las raíces ancestrales y su debida vinculación con la comunidad.