El conflicto se dio por un espacio en el parqueadero del edificio. Marlon (nombre protegido) estacionó su camión hasta subir a su departamento para retirar unos documentos.
Se demoró 10 minutos y, al bajar, se encontró con su vecino, quien le reclamó por ubicar el vehículo en su puesto del parqueadero. El hombre se enojó y le propinó un fuerte puñetazo en el estómago del cual no resultó herido. No llamó a la Policía para denunciarlo.
No fue el único incidente. Marlon y su familia ya tuvieron antes problemas en ese condominio en donde vivían en el sur de Quito, pues su mascota fue envenenada. “Salió del departamento y volvió con problemas estomacales. Tenía espuma en el hocico. La llevamos al veterinario, pero murió”, dice Diana M., esposa de Marlon.
Ella sospecha que los vecinos la envenenaron. Ante este hecho, la mujer, Marlon y sus hijos decidieron cambiarse a otro barrio para evitar que sus otras dos mascotas murieran.
Los conflictos de convivencia y falta de tolerancia entre vecinos que terminan en agresiones son recurrentes en Quito. De hecho, el Municipio acepta que este es un problema y se empeora cuando se dan muertes violentas. Un informe del Observatorio Metropolitano de Seguridad Ciudadana (OMSC) refiere que, de 125 homicidios reportados entre enero y septiembre de este año en la capital, el 42% se originó por temas de convivencia urbana (riñas, venganza por convivencia ciudadana, violencia familiar y en contexto de relaciones sentimentales).
Para Juan Zapata, secretario de Seguridad y Gobernabilidad de Quito, el inconveniente radica en que los conflictos por convivencia han sido relegados. Es decir, las grescas y peleas entre moradores han sido olvidadas y se ha dado más importancia a las muertes violentas.
Una golpiza entre vecinos
La falta de entendimiento entre moradores también termina en golpizas. Así lo vivió Cristina S. (nombre protegido) el 1 de enero del 2012 en su casa ubicada en Guajaló (sur).
Ese día, un morador rozó con su vehículo al carro de su padre que estaba estacionado en la calle. Al principio, los dos hombres llegaron a un acuerdo en el que se iba a pagar por el daño ocasionado, pero luego salieron los familiares de uno de ellos y ocurrió una gresca.
Lo que se podía arreglar dialogando terminó en una paliza. Los hijos de un hombre se dieron de golpes con los del otro. Se agredieron con botellazos en la cabeza, mangueras y con palos. Sangraban mientras intercambiaban puñetes y aruñazos en la espalda.
El propietario de un automóvil tenía en ese tiempo 58 años y lo arrastraron por el piso. Incluso le patearon en las costillas, piernas, brazos y la cabeza.
Al sitio llegaron policías para controlar los desmanes. “Los agentes nos metieron en nuestra casa. Luego vinieron las ambulancias para curarnos las heridas. Al principio íbamos a denunciarlos, pero preferimos no hacerlo para evitar más peleas”, recuerda Cristina S.
Han pasado más de dos años desde aquel incidente y hasta ahora el ambiente es tenso entre las dos familias. Cristina y sus hermanos temen que ocurra otra gresca con sus vecinos. No saludan desde ese día.
Dimitri Madrid es sociólogo y catedrático de la Universidad Central. A su juicio, los hechos de violencia como los que vivió la familia de Cristina se deben a que en la actualidad existe una pérdida del concepto de vecindad y por la individualización de la sociedad. “Cada uno vive en su mundo y se olvidan del entorno por la tecnología”.
Asegura que la gente actualmente no está acostumbrada a conversar por dedicar su tiempo a las redes sociales. Cristina S. y sus hermanos cuentan que sus vecinos les provocan y se burlan de ellos cuando se encuentran en la calle. Ellos los ignoran y solo caminan. Ya no quieren que se repita otra pelea como la del 1 de enero del 2012.