Helen Bicknell (cabello corto) y Nicola Rothon tienen 40 años. Más de 10 han vivido en Ecuador. Usan términos de la jerga quiteña. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
No son activistas. No buscaron que sus nombres y el de su hija Satya Bicknell Rothon marcara el antes y el después en la historia de las familias diversas de Ecuador.
Así que, sin proponérselo, lo lograron. Las inglesas ya son un símbolo de la comunidad Glbti (Gais, lesbianas, bisexuales, transgénero e intersexo). Desde el 29 de mayo reciben pedidos de entrevistas de periodistas y también de estudiantes, que les dicen que son el tema de sus tesis de grado.
¿Por qué? La Corte Constitucional le ordenó al Registro Civil inscribir inmediatamente a su niña, de 6 años, manteniendo sus nombres y apellidos. Es decir, reconocer su filiación.
Además, se dispuso una medida para que su historia no la sufra nadie más. Se deberá registrar a todos los niños, cuyos padres o madres hayan accedido a reproducción asistida. La inscripción será con los apellidos determinados por padres o persona monoparental. Eso beneficia a su segundo hijo, Arundel, de 2 años.
A la semana de haber sido notificadas oficialmente con la sentencia de la Corte, la pareja habla de su lucha de seis años y medio.
Para ellas, llegar al país fue una casualidad. En el 2007, tras cinco años en Kenia, Nicola Rothon viajó a la India para prepararse como profesora de yoga, por tres meses. Y Helen Bicknell (cabello corto) llegó a Quito a dar clases de inglés.
Como a Helen le fue bien, Nicky la siguió. Se acercaban a los 30 (ya alcanzaron los 40). Les pareció que era hora de establecerse. Con sus ahorros y herencias compraron un terreno en el noroccidente de la urbe, construyeron, plantaron árboles… Sintieron que querían vivir la maternidad.
“Los niños son maestros, si hablamos de un camino espiritual”, anota Nicky, de largas rastas rubias. Y en ese momento se podría pensar que Satya y Arundel se reflejan en sus grandes ojos azules. Anhelaban tener la experiencia, ‘a modo de viaje’, que se puede emprender con un hijo como guía. Ellos son -está convencida- la pureza, lo más conectado a la Madre Tierra, enseñan…
La pareja se enloqueció de amor con la bebé y enseguida pensó en un segundo hijo. No fue fácil, Helen tuvo dos pérdidas. Los niños fueron concebidos con ayuda de dos donantes, por inseminación artificial. Nicky es la madre biológica de la niña y Helen, del niño.
Su médico les proporcionó un documento notarizado a través del cual los donantes firmaron que no tenían responsabilidades ni derechos sobre las niñas. El plan es que conozcan a los chicos y que ellos los vean como tíos o amigos.
¿Qué tanto sabe Satya sobre su origen? Que tiene dos mamás, responden ambas.
Pero Helen cree que ‘Saty’ no se da cuenta que algún día podría recibir un mal comentario. Todo le parece natural, conoció del proceso en la Corte.
“Ganamos, ganamos”, gritaba emocionada el 29 de mayo. Pero enseguida preguntó ¿qué ganamos? Y se respondió: “ah, ahora sus dos nombres estarán en mi partida de nacimiento”.
Satya crece en Rhiannon, un terreno de 15 hectáreas donde siembran y cocinan lo que cosechan. Acude a una escuela Montessori. Pero la prepararán para salir de la ‘burbuja’.
Una amiga creció en el campo y a los 18 tuvo una crisis al salir a la realidad del mundo, relata Nicky. Halló a su novio en esa comuna que levantó con Helen y acaba de adquirir un terreno en Argentina, para construir un sitio parecido.
No están en el activismo, reiteran. Pero dicen haber tenido el privilegio de empezar un cambio. A más de los años y la tensión, invirtieron sus recursos en los trámites. No parecen dimensionar cuántos pasos, su pelea personal, ha permitido avanzar a los Lgbti en Ecuador.
El sábado irán a la marcha del Orgullo Gay. En el OrguYo 2018, en Quito, agradecerán a todas las organizaciones por su apoyo. Entre otras Fundación Causana, Equidad, Taller, Comunicación Mujer, Defensoría del Pueblo y a Carla Patiño y José Luis Guerra.