Madres excavan en Veracruz, en México, en busca de sus hijos desaparecidos

Aprendieron a excavar en el colectivo Solecito, integrado por mujeres que buscan a sus familiares desaparecidos y que temen fueron enterrados clandestinamente en los suburbios del puerto de Veracruz. Foto: AFP

Aprendieron a excavar en el colectivo Solecito, integrado por mujeres que buscan a sus familiares desaparecidos y que temen fueron enterrados clandestinamente en los suburbios del puerto de Veracruz. Foto: AFP

Aprendieron a excavar en el colectivo Solecito, integrado por mujeres que buscan a sus familiares desaparecidos y que temen fueron enterrados clandestinamente en los suburbios del puerto de Veracruz. Foto: AFP

La suavidad de las manos de Martha González se perdió. Ahora son ásperas y callosas tras meses de excavar en fosas clandestinas desenterrando cadáveres, esperanzada en encontrar a su hijo Alberto, uno entre las decenas de miles de desaparecidos en México.

González vive en Veracruz, distrito oriental de México con deshonrosos antecedentes de gobernantes corruptos y escenario de una guerra entre tres poderosos cárteles: Zetas, Golfo y Jalisco Nueva Generación.

Denuncia que su hijo, un policía de 25 años, fue víctima de desaparición forzada a manos de otros oficiales en 2013.

Alberto tenía apenas dos meses como agente de policía en el poblado Ursulo Galván y soñaba con ahorrar para casarse. Salió a patrullar el 11 enero de 2013 junto con seis colegas. Jamás regresó.

Según testigos, se los llevaron policías estatales, pero las investigaciones nunca arrojaron resultados.

Frustrada, González asumió la búsqueda y junto con las madres de los otros oficiales empezaron a excavar en unas fosas clandestinas descubiertas en Colinas de Santa Fe, a 30 kilómetros de su localidad.

Aprendieron a excavar en el colectivo Solecito, integrado por mujeres que buscan a sus familiares desaparecidos y que temen fueron enterrados clandestinamente en los suburbios del puerto de Veracruz.

“He tenido que aprender a escarbar y usar el machete para buscar a mi hijo. A veces me toca quitar la maleza, escarbar o sacar la tierra con palas”, dice González.

Al principio, lloraba cada vez que hallaba un hueso humano.

“O cuando veíamos la ropa de los chicos, de las mujeres, o uniformes de taxistas. Todas esas cosas ahí enterradas nos hacían llorar. Ahora ya no, pensamos en buscar a nuestros hijos”, añade.

Cientos de cuerpos 

González denuncia que su hijo fue secuestrado por subordinados de Arturo Bermúdez, jefe de la Policía durante el gobierno de Javier Duarte (2012-2016). No sabe por qué.

Duarte está encarcelado acusado de corrupción tras dejar a Veracruz en bancarrota antes de huir a Guatemala. Fue capturado y extraditado a México. Bermúdez también está detenido acusado de ser su cómplice.

Pero ningún funcionario ha sido acusado por la violencia y el abuso de los derechos humanos en Veracruz, que al mando de Duarte se convirtió en uno de los estados más violentos de México con 4.500 asesinatos.

Entre 2006 y 2016, desaparecieron 3 600 personas en Veracruz, según el nuevo gobierno estatal.

Más de 300 cuerpos han sido encontrados en la fosas clandestinas y el colectivo Solecito sospecha que hay más.

Basilia Bonastre forma parte de Solecito, que integra 187 miembros y empezó como un grupo de WhatsApp con personas que buscan a desaparecidos.

Hace poco encontró los restos de su hijo Arturo tras cinco años sin saber de él.

Arturo, que ahora tendría 25, era un estudiante de enfermería que de regreso a casa fue detenido por policías. Piensa que lo confundieron con otro chico que los uniformados andaban buscando.

Esa noche fueron detenidos ocho jóvenes en la ciudad de Cardel. A ninguno se le ha vuelto a ver.

Bonastre acaba de recibir las pruebas de ADN que demuestran que un cráneo encontrado en Colinas de Santa Fe era de su hijo. Identificaron también los restos de otros cinco chicos que desaparecieron esa noche.

Tras confirmarse lo que sospechaba desde hace mucho, no habló ni salió de casa en días.

“Me encontraba deshecha al saber que se perdían mis esperanzas de verlo de vuelta con vida”, dice.

Está pidiendo otra prueba de ADN porque los restos de su hijo estaban en una bolsa junto con los de otras víctimas. No confía en las autoridades.

“Quiero estar 100% segura de que lo que te entreguen sea todo de él, no quiero que luego me digan que se equivocaron y que me entregaron el pedazo de otro”.

En la silla de los sentenciados 

En México hay más de 30 000 personas desaparecidas. Los casos se multiplicaron desde 2006, cuando en medio de una ola de violencia ligada al narcotráfico el gobierno federal lanzó una ofensiva militar antidrogas.

Desde entonces, han muerto también más de 180 000 personas, según cifras oficiales que no especifican cuántos casos están ligados al crimen organizado. Menos de 1% de estos crímenes ha sido resuelto.

En Santa Fe, se han localizado 137 fosas con 280 cuerpos. Sólo nueve han sido identificados.

“Estamos a la espera de saber quién puede ser la próxima en recibir la noticia”, dice Rosario Sayago, también de Solecito, que busca a su esposo.

“Estamos como en la silla de los sentenciados”, lamenta.

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