La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff posesionó a Lula da Silva como ministro en medio de protestas. Foto: EFE
El exmandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva asumió hoy, 17 de marzo de 2016, el cargo de ministro de la Presidencia del Gobierno de su pupila política Dilma Rousseff, en medio de protestas de grupos opositores y manifestaciones de apoyo.
Lula, salpicado por sospechas de corrupción, fue juramentado por Rousseff en un acto realizado en el Palacio presidencial de Planalto, que fue cercado por cientos de personas que expresaban su apoyo al Gobierno o su rechazo al ingreso del exmandatario al gabinete.
A la ceremonia asistieron decenas de parlamentarios de la base oficialista, que recibieron a Lula y a Rousseff al grito de “no habrá golpe”, en alusión al trámite con miras a un posible juicio político contra la mandataria, que será retomado hoy en la Cámara de Diputados
Último cartucho… ¿de pólvora mojada?
El nombramiento de Lula es presentado por analistas como uno de los últimos cartuchos que le quedan a Rousseff para llegar al fin de su segundo mandato (2014-2017), evitando el proceso de impeachment que la oposición impulsa en el Congreso por presunta manipulación de las cuentas públicas.
La Cámara de Diputados instalará este mismo jueves, a partir de las 17:00 locales (20:00 GMT), la comisión especial que analizará en primera instancia si existen argumentos para abrir ese juicio.
Pero ese cartucho podría resultar pólvora mojada, tras la decisión del juez Sergio Moro, a cargo de las investigaciones de Petrobras, de difundir una conversación telefónica pinchada entre Lula y Rousseff.
En esa conversación, grabada por la policía judicial el miércoles por la mañana, Rousseff le anunciaba a Lula que se aprestaba a enviarle el decreto de su nombramiento como jefe de gabinete para que pueda “usarlo en caso de necesidad“.
Esa frase alimentó la sospecha de que el ingreso de Lula al gobierno era asimismo una maniobra para dotar de fueros especiales al ex jefe de Estado, permitiéndole así escapar a la órbita de la justicia ordinaria y en especial a un eventual pedido de detención en su contra.
“Nosotros tenemos una suprema corte totalmente acobardada, un Tribunal Superior de Justicia totalmente acobardado, un presidente de la Cámara de Diputados j…, un presidente del Senado j… y no sé cuántos parlamentarios amenazados”, asegura Lula en otras conversación en la que comenta con Rousseff el momento en que su domicilio fue allanado por la Policía y él llevado a declarar a la fuerza a una comisaría.
En otro audio, el expresidente le pide a un ministro que convenza a Rousseff de conversar con una magistrada de la Suprema Corte para que falle a favor de una petición presentada por sus abogados.
Por su parte, la Presidencia brasileña explicó que la conversación filtrada remitía a una consulta sobre la necesidad de hacerle llegar a Lula el documento de su nombramiento para que lo firmara, dado que no estaba seguro de poder asistir a la investidura.
También se anunció además que adoptará “todas las medidas judiciales y administrativas pertinentes para reparar una flagrante violación de la ley y la Constitución“ por parte del juez Moro, “autor de la filtración”.
Las expectativas sobre la capacidad de Lula podrían estar de todos modos sobrevaluadas, estiman analistas.
Cuando dejó el poder, Brasil era una potencia emergente que brillaba en un mundo sumido en la crisis financiera global, pero actualmente se encuentra en una profunda recesión (el PIB brasileño tuvo una contracción de 3,8% en 2015) y lucha contra viejos fantasmas, como la alta inflación y el alza del desempleo.
Lula, cuando estaba en el poder, solía usar la muletilla “nunca antes este país…” para expresar los avances que se deban en materia de desarrollo e igualdad social.
Una muletilla que el editorialista Clovis Rossi, de Folha de Sao Paulo, recordó este jueves de manera cruenta, al afirmar:”Nunca antes este país vivió momentos tan intensos de República bananera”.