Un grupo de refugiados sentados en la cubierta del buque de carga OOC Cougar que fueron rescatados del mar Mediterráneo , el 13 de abril de 2015. Foto: EFE
El armador hamburgués Christopher E.O. Opielok dirige una pequeña empresa con cinco barcos, dos de los cuales prestan apoyo logístico a plataformas de petróleo y gas frente a la costa de Libia del Mediterráneo.
Sus tripulaciones, sin embargo, enfrentan cada vez más desafíos de otro calibre: desde diciembre, los barcos del armador alemán han rescatado a unos 1 500 refugiados de más de una docena de botes que se hundían y vieron morir a muchos otros que no consiguieron salvar.
Los naufragios de botes abarrotados de refugiados, como el que causó conmoción al morir posiblemente unas 800 personas este fin de semana, se suceden con mayor frecuencia con la llegada de la primavera (boreal) y ponen a prueba la capacidad de ayuda de la marina comercial.
“Nuestras tripulaciones están viendo cómo se muere la gente. Se ahogan ante nuestros ojos o se mueren de frío a bordo”, lamenta Opielok en declaraciones a DPA y recalca que muchos marineros están al límite y se buscan otro trabajo. “No estamos preparados para operaciones de rescate”, señala Opielok.
Los barcos tienen una tripulación de doce personas y a veces rescatan a varios centenares de refugiados que intentan pasar a Italia.
Los buques de apoyo carecen de suficiente espacio, instalaciones sanitarias, provisiones, medicamentos, alimentos y bebidas así como de suficiente material de primeros auxilios, expone. “Algunos refugiados se mueren de frío pocos minutos después de que los saquemos del agua”, cuenta el armador, que durante muchos años fue capitán de barco.
El capitán de un barco mercante no puede denegar ayuda en caso de peligro porque sería sancionado. Los traficantes de personas son conscientes de esta situación y dirigen los botes de forma intencionada hacia la zona de las plataformas de petróleo y gas frente a la costa libia, “donde el tráfico es más denso”.
Los refugiados alertan a la guardia costera, que ordena al barco más cercano dirigirse hacia el bote para rescatar a los refugiados.
“Son verdaderos SOS, la gente corre peligro de muerte”, subraya Opielok. El armador alemán no tiene forma de escapar de esta situación porque su empresa depende de los encargos en el Mediterráneo.
El negocio de las navieras ha sufrido considerablemente con la caída de los precios del petróleo. Muchas plataformas han reducido o suspendido la producción y necesitan menos buques de apoyo.
Las tarifas caen conforme a la merma en la demanda. El alemán teme no poder cumplir con sus contratos por los rescates de los refugiados, que pueden llegar a durar 24 horas.
“En este lapso no podemos cumplir nuestros contratos”, lo que, a su vez, afecta el suministro y la seguridad de las plataformas petrolíferas. El de Opielok no es un caso aislado. Se calcula que los buques mercantes en el Mediterráneo rescataron únicamente el año pasado a unos 40 000 refugiados y se teme que este año la cifra sea mucho mayor.
Las federaciones de navieras de Europa y del mundo y los sindicatos de marineros emitieron un llamamiento conjunto a los gobiernos de los 28 miembros de la Unión Europea en el que piden compartir la carga financiera de los rescates y que se destinen más fondos.
“Nuestros marineros y la guardia costera italiana están haciendo una labor impresionante al salvar día a día a los refugiados de morir ahogados en el Mediterráneo”, afirma Ralf Nagel, gerente de la Federación de Armadores Alemanes (VDR).
“Las navieras están preparándose para los refugiados con más comida, mantas y medicamentos. Pero la magnitud de la catástrofe es tan dramática que nuestros marineros están al límite de sus fuerzas físicas y psíquicas”, advierte.