Isaiah Berlin, el gran historiador de las ideas, aseguraba que todas las personas -jóvenes y adultos, pobres y ricos, hombres y mujeres- podíamos entender la importancia de ideas como la libertad.
Aun cuando una persona no sepa con exactitud qué hacer con su libertad, la busca y la atesora como un bien en sí mismo, decía Berlin. De manera consciente o no, todos los individuos buscamos ampliar nuestras opciones materiales o espirituales (buscamos dinero o educación, por ejemplo) para tener una vida más cercana a nuestros deseos. La libertad es, pues, un valor central en la existencia de las personas, sin distingo de su raza, credo o condición socio-económica, decía este académico inglés de origen letón.
Después de leer todo lo que se había escrito acerca de la libertad -al parecer, los filósofos le dieron a este concepto 200 acepciones diferentes- Isaiah Berlin concluyó que el debate en torno a este tema siempre gira alrededor de dos ejes que él denominó ‘libertad negativa’ y ‘libertad positiva’.
La ‘libertad negativa’ tiene que ver con nuestra autonomía personal; con la posibilidad de vivir bajo nuestros propios códigos y valores. Por tanto, la ‘libertad negativa’ busca restringir las atribuciones que un Estado pueda tener para regular nuestro comportamiento y acrecentar nuestra soberanía individual, explicaba Berlin.
La ‘libertad positiva’ es un concepto opuesto al anterior, pues busca aumentar las prerrogativas de un Estado para regular la vida de las personas y limitar nuestra soberanía personal. ¿Por qué? La ‘libertad positiva’ es un concepto más social que individual. Busca, en última instancia, que todas las personas tengamos las mismas opciones para decidir nuestro destino.
Por ejemplo, la ‘libertad positiva’ argumenta a favor de un sistema fuerte y único de educación pública para que absolutamente todos los niños aprendan a leer y a escribir. Ningún analfabeto podría ejercer verdaderamente su independencia personal, aseguran -con razón- quienes favorecen más este tipo de libertad.
Ambos conceptos son importantes, aunque contradictorios entre sí, explicó Berlin. El quid del asunto está en que las sociedades combinen esas dos nociones de libertad en las dosis adecuadas para obtener un sistema de gobierno que garantice a todos los ciudadanos las mismas opciones de ejercer su libertad, pero sin atropellar la soberanía individual de cada persona.
El Gobierno actual desdeña el concepto de ‘libertad negativa’ y privilegia únicamente la ‘libertad positiva’. Debemos, como sociedad, exigir que se encuentre un justo balance entre ambos conceptos de libertad. De lo contrario empezaremos a vivir en un Régimen autocrático que sólo promoverá la disidencia y la división social.