La sustitución del ejercicio de la libertad por la mera sensación de libertad, que es lo que ya está ocurriendo en nuestro país con el actual Presidente, ha venido a agudizar la persistencia que tiene el Régimen por tratar de imponernos a como dé lugar una ley mordaza, lo que ha generado el creciente malestar y protestas de todo tipo por parte de quienes creemos total y firmemente en la libertad de la palabra.
Como de costumbre, quien sufriría más directamente los estragos de esta malhadada situación sería el ciudadano común que más preocupado se halla de solventar su cotidianidad.
Hay varias acciones que se tendrían que realizar para poder acceder por la puerta, no ancha, sino estrecha de la libertad, a efectos de que la política, y más no la politiquería, pudiera tener un auspicioso futuro.
La libertad, fundamentalmente el pleno ejercicio de la libertad de expresión, en estos tres últimos años ha venido a menos, soportando situaciones adversas.
Solo está en nosotros el procurar enfrentar el problema en este difícil momento histórico que vive la nación.
Enfrentar problemas está en la capacidad humana, al igual que en la capacidad que tenemos de poder vincularnos con los demás para desarrollar acuerdos y concertaciones.
Los portadores y beneficiarios de la libertad para expresar nuestra libérrima palabra, son fundamentalmente los débiles, aunque en apariencia sean los fuertes.