La libertad, la herencia invaluable de los quiteños

En el tomo 6 de los ‘Libros de Muertos’ están las partidas de defunción de los próceres que fueron asesinados el 2 de Agosto, cerca de la Plaza Grande. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

En el tomo 6 de los ‘Libros de Muertos’ están las partidas de defunción de los próceres que fueron asesinados el 2 de Agosto, cerca de la Plaza Grande. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Margarita Cárdenas desciende del prócer Vicente Melo, asesinado en el Cuartel Real, el 2 de Agosto de 1810. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

En la parroquia de El Sagrario, Centro Histórico, están las actas de defunción de 15 patriotas que fueron asesinados el 2 de Agosto de 1810. Sus nombres están escritos en el sexto tomo de los ‘Libros de Muertos’, en los que se inscribían los falle­cimientos de las personas.

Es difícil acceder a los textos en los que están inscritas las defunciones de José Riofrío, Juan de Dios Morales, Antonio Peña, Manuel Rodríguez de Quiroga, entre otros próceres masacrados. El padre Gustavo Riofrío, sacerdote de El Sagrario, guarda bajo llave los textos que tienen signos de deterioro.

El sexto volumen tiene 76 hojas. Ha permanecido ‘a salvo’ de ladrones y coleccionistas. No obstante, en sus páginas hay moho y “pequeños gusanitos blancos” que dañan las hojas de papel de arroz. Además, la luz solar acelera el deterioro. La tinta negra, en varias hojas se ha tornado anaranjada y rasgos de las letras manuscritas han desaparecido.

En el tomo 6 de los ‘Libros de Muertos’ están las partidas de defunción de los próceres que fueron asesinados el 2 de Agosto, cerca de la Plaza Grande. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Una cubierta amarilla, elaborada con cuero de borrego, es la pasta de las actas de defunción que, ahora, permanecen en archivadores. El libro solo se mira cuando lo pide un investigador acreditado o un genealogista. Es decir, “unas dos veces al año se lo saca”. Varias ocasiones el padre ha tenido que negar su consulta a españoles que han viajado para completar su árbol genealógico.

El genealogista e historiador Wladimir Serrano cuenta
que a El Sagrario le tocó la penosa tarea de inscribir los nombres de los asesinados que cayeron en el Cuartel Real de Lima, ya que era la parroquia más cercana.

Serrano explica que la historia, que manchó de sangre las calles del Centro Histórico, no se limita a los nombres de los patriotas que han sido recogidos por el libro que se guarda en El Sagrario o por textos que se usan en escuelas y colegios.

Vicente Melo es uno de los patriotas que no ha tenido un lugar protagónico dentro de los estudios históricos. Formó parte de las víctimas de la barbarie dirigida por el Conde Ruiz de Castilla. “Fue asesinado en el cuartel y enterrado en San Francisco”, reza la transcripción que se hace en el libro ‘Vecinos de La Catedral de Quito fallecidos entre 1801 y 1831’.

En los bajos de La Catedral está Margarita Cárdenas, ella es tataranieta de este prócer.

Gracias a las historias que le contaban su madre y sus tíos se enteró de sus ancestros, que fueron notables personajes de la historia del país.

En un libro sobre su familia constan fotografías, dibujos, historias y fotocopias de documentos que respaldan su ascendencia.

No obstante, Cárdenas tiene pocas referencias sobre su antecesor asesinado el 2 de Agosto. Conoce que fue gobernador de Bracamoros, oriundo de Segovia. Ella ha tenido ayuda de genealogistas e historiadores, como Jorge Moreno Egas, para descubrir sus raíces.

Moreno, quien está al tanto de lo ocurrido con el prócer, dice que participó en las reuniones independentistas en Cuenca y que fue fusilado, el 2 de Agosto, en el Cuartel Real de Lima. Además, según documentos históricos, fue uno de los que firmó el Acta de Independencia de Quito el 10 de Agosto de 1809. Incluso, su nombre fue labrado en la base del monumento a los próceres en la Plaza Grande, un lugar que también se tiñó de sangre el fatídico día.

Ahora, Cárdenas lo visita con sus nietos María Victoria (11), Ana María (7) y Juan Pedro (6): y les comenta la importancia de conocer la historia familiar.

María Victoria es la más interesada en los temas históricos. A su edad, sabe de memoria los nombres de sus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos y está orgullosa de la valentía de su ancestro, que enfrentó la prisión y la muerte por sus ideas de libertad e independencia.

Cárdenas lleva a los tres infantes al Museo Alberto Mena Caamaño, donde está la más visitada representación sobre lo ocurrido aquel 2 de Agosto.

Un grupo de niños, de una colonia vacacional, ingresa a la sala del Museo de Cera. Las luces se apagan, los niños prestan atención a las figuras que yacen en el suelo de esta prisión de ladrillos. Se asustan por los sonidos de disparos, por las súplicas, las voces de la soldadesca española.

Juan F., del curso vacacional, está impresionado por lo visto. No entiende bien qué pasó con los próceres y por qué murieron. Pero sabe que “pelearon por la libertad”. A él le gustó la posición de Quiroga. “Él no se asustó”, reflexiona.

Carina C. está triste. Lamenta que “esos señores” (Quiroga, Salinas, Juan de Dios Morales, Antonio, Juan Pablo Arenas, Riofrío y otros próceres) hayan muerto de esa forma.

Los niños, al final del recorrido, comentan sobre esa época de opresión. Al salir del museo, corren al monumento de los próceres de la Plaza Grande. Ahí se quedan estáticos, pensando en todo lo que sucedió el 2 de Agosto de 1810.

La representación de la masacre con personajes de cera es una de las salas más visitadas en el Museo Alberto Mena Caamaño. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

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