Aunque haya vivido un siglo es una pena que hace menos de un mes se haya ido de este mundo el antropólogo francés Claude Lèvi-Strauss. En el caso de la Argentina, nuestra deuda va más allá, porque estimuló el estudio de las canciones de los onas de Tierra del Fuego y gracias a ese impulso hoy podemos saber cómo cantaban, aunque para ello haya que viajar a París, tomar el metro hasta Trocadero y allí ingresar en el hermoso edificio que alberga al Musée del homme.
Pola Suárez
Columnista
Es musicógrafa del Teatro Colón y columnista de música clásica de la sección Espectáculos de La Nación. En 1999 fue designada Miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes. La Nación de Argentina, GDA
Digamos ante todo que nuestros conocimientos de la música de los fueguinos arrancan de los informes de la expedición científica de Wilkes (EE.UU.) publicados en 1844, donde se nos cuenta cómo cantaban los yámanas y hasta nos ofrecen melogramas, pautados con toda claridad. Después llegaron los franceses, hacia 1882, con su Mission scientifique du Cap Horn, y otros autores, como Lista, Segers, Bridge y, sobre todo Wellington Furlong, quien recogió en cilindros de cera los cantos de los fueguinos.
Pero fue a partir de 1964 cuando una discípula de Lèvi-Strauss, Anne Chapman, inicia bajo la sugerencia de su maestro sus búsquedas en la región. En un reportaje aparecido aquí en 1969, Chapman cuenta que trabajó con Lola, la más anciana de los sobrevivientes onas. Realizó entonces grabaciones de la música que, ya en París, despertaron el entusiasmo de Lèvi-Strauss y del jefe del Departamento de Música del Museo del Hombre, razón por la cual Anne retornó en 1966. Lola tenía 90 años y era urgente recoger nuevos documentos. Así quedaron de los onas unos 90 cantos en 25 cintas.
Después llegó para Tierra del Fuego la música de los compositores europeos y argentinos. En abril de 1979 fui testigo del primer concierto sinfónico que se realizaba en ese paraíso austral, cuando aterrizamos en Ushuaia con la Sinfónica de Bahía Blanca dirigida por Mario Perusso. La cuestión ahora es no olvidar a quienes velaron por rescatar aquellas reliquias de nuestro pasado.