Produce terror, pánico, el solo pensar que el presidente de los EE.UU. Barack Obama, fracase en su intento de humanizar el sistema capitalista a ultranza que se impuso en el país más poderoso de la tierra rotos los diques de la ética y la moral.
Según se informa desde Nueva York, “economistas, financistas, académicos y reguladores del mercado empiezan a escribir sobre el legado de Obama. Lo que ven hasta ahora (luego de un año y más de gobierno) es un completo fracaso de su plan económico por falta de reformas al sistema financiero”. Lo que dejara Obama, el legado, será la prueba de que no se puede luchar contra los banqueros y los financistas dominados por la codicia y la voracidad sin límites; aquellos para quienes la globalización les significa un negocio redondo: el imperio mundial de las transnacionales, esas famosas corporaciones.
Es la razón que me llevó a leer una vez más el discurso que pronunció Obama cuando tomó posesión de la Presidencia del país más poderoso de la tierra. Al referirse a la colosal crisis financiera que por aquellos días había explotado: “Nuestra economía está gravemente debilitada como consecuencia de la codicia y la irresponsabilidad de unos pocos”, “La cuestión para nosotros tampoco es si el mercado es una fuerza del bien y del mal. Su poder para generar riqueza y expandir la libertad no tiene rival, pero esta crisis nos ha recordado a todos que sin vigilancia, el mercado puede descontrolarse y que una nación no puede prosperar si favorece solo a los ricos”. En relación a los países periféricos: “A los pueblos de las naciones más pobres nos comprometemos a dar de comer a los cuerpos desnutridos y alimentar las mentes hambrientas. Y a aquellas naciones que como la nuestra gozan de relativa abundancia les decimos que no nos podemos permitir más la indiferencia ante el sufrimiento fuera de nuestras fronteras, ni consumir los recursos del mundo sin tomar en cuenta las consecuencias”. Quien se iniciaba como Presidente de EE.UU. vivió en Indonesia y visitó Kenia, la tierra de su familia paterna. Conocía y muy de cerca los guetos de miseria en los que malvivía buena parte de los negros estadounidenses.
A mi juicio, el discurso del Presidente norteamericano hubiera sido el mismo que si lo hubieran pronunciado Lula, Correa o Mujica, digamos. Es una percepción económica, financiera, moral y ética que va generalizándose, y contribuirá a definir lo que en la historia de las ideas ocupará un capítulo con el título ‘El Socialismo del Siglo XXI’. Entre tanto, ‘los legados’ continuarán enriqueciendo los saberes de los estadistas empeñados en lograr un mundo sin explotadores ni explotados, en el que los gobiernos respondan a los dictados de la ética y la moral. Todo vendrá como resultado de una movilización mundial, cuyos primeros pasos están dándose.