El proyecto La Mena tiene una capacidad para 407 familias; están ocupados 384 bienes inmuebles. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO
En el proyecto habitacional La Mena hay una ‘guerra’ de ritmos musicales por las mañanas. La salsa se mezcla con el reggaetón y la bachata; tres vecinos alzan el volumen sin restricciones y los parlantes sacuden los vidrios de las casas.
Este es solo uno de los problemas de convivencia en el plan habitacional, que se ideó en el 2011 y que acoge a 384 familias que provienen de zonas de riesgo de La Vicentina, Paluco, Cristo Rey, Las Cumbres, San Bartolo, La Libertad, Las Antenas, Guamaní, La Forestal… En general sus antiguas viviendas estaban construidas en terrenos inestables o vulnerables en época lluviosa.
Pese a que todas las casas y departamentos tienen tendederos, la gente prefiere extender su ropa en los balcones, ventanas y jardines.
No es por comodidad, indicó Yadira C., moradora. “Al interior del conjunto hay ladrones que se roban la ropa”.
Víctor Campoverde, vicepresidente del conjunto, dijo que hay líos con algunos condóminos que no respetan el reglamento interno.
En el documento, por ejemplo, se prohíbe la tenencia de mascotas. Pero, hay personas que cercaron, con tablas o mallas, espacios comunales para crear una “jaula” para sus perros. En el reglamento se pide que las fiestas no se prolonguen hasta la madrugada, pero tampoco se respeta este punto.
Pablo Valencia, director de la Fundación Bien Estar, que ha hecho acompañamiento a proyectos de relocalización en Guayaquil, señaló que los acuerdos de convivencia no deben provenir de una autoridad. Se deben construir con la participación de habitantes para que se respeten las normas.
Campoverde destacó que en el conjunto hay organización con mingas comunitarias, talleres para personas de la tercera edad, bailoterapia y tienen un proyecto de reciclaje de botellas que venden a una empresa. A estas iniciativas se suman los campeonatos de fútbol.
Los problemas económicos también son parte del proyecto habitacional. Miguel Ángel Imbago vive tres años en una de las casas y todavía debe USD 5 000, de una deuda de 6 250. Él vive con su esposa, 9 hijos y 2 perros. En la casa no se puede mover con comodidad.
La ropa, maletas y adornos están colgados en la pared para ahorrar espacio en el piso de cemento. Las camas y literas ocupan las dos habitaciones, la sala y el comedor. En el único baño hay útiles de aseo de 11 personas que deben ingeniarse cómo asearse en las mañanas.
Pese a estas condiciones, Imbago expresó que está en mejores condiciones que cuando vivía en Las Antenas. “Al menos ahora dormimos más seguros”.
Las familias de La Mena accedieron a bonos de vulnerabilidad del Municipio y de reasentamiento del Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda. Esta ayuda económica cubrió el 70% del costo de los departamentos o casas. El saldo lo tienen que pagar las familias.
Diego Erazo, director de Gestión de la Demanda de la Empresa de Hábitat y Vivienda del Municipio, señaló que el 18% de los moradores que ya viven en el proyecto La Mena no han cancelado sus obligaciones. Para impedir que esto suceda en otros condominios para relocalización (Bellavista, Victoria, Bicentenario) se tomó la decisión de entregar el inmueble después de que se cubra la deuda.
La empresa busca formas de financiamiento para que las personas con problemas en de pago puedan cancelar la deuda.
Los problemas se profundizan con la segregación por parte de los moradores del barrio que ven como “indeseables” a las familias relocalizadas. “Nos dicen cualquier grosería”, lamentó Yadira C., quien vive en un departamento en el cuarto piso. No fueron poco los comentarios negativos que se obtuvieron de vecinos que rodean el complejo habitacional.