Para beneficio de las políticas económicas del futuro, los estímulos fiscales de estilo keynesiano aplicados durante la actual administración están acusando un fracaso monumental.
Con la intención de “estimular” la economía y alcanzar el pleno empleo, el Gobierno de la revolución ciudadana ha multiplicado el gasto fiscal a un ritmo sin precedentes, contratando a miles de burócratas, desarrollando obra pública, colocando créditos y entregando una cantidad cada vez mayor de subsidios generalizados.
Sin embargo, los resultados alcanzados están lejos de ser alentadores. Durante el último año el desempleo se ha incrementado del 7 al 9% según cifras oficiales, mientras que analistas independientes y líderes sindicales ubican la cifra real entre el 11 y el 14%, lo cual demuestra que la política de expansión del gasto fiscal aplicada ha fracasado notablemente a la hora de generar empleo.
¿Y cuál es hoy la respuesta del Gobierno para enfrentar esta realidad? Más de lo mismo. No hay una mejor descalificación de las políticas keynesianas criollas que lo sucedido con la economía ecuatoriana durante los últimos dos años. Sin embargo, el Gobierno parece empeñado en mantener su estrategia de expansión fiscal. Una nueva ronda de estímulos fiscales está en camino y la Asamblea Nacional se apresta a aprobar el mayor presupuesto estatal de la historia de la República. Continuar haciendo lo mismo y esperar resultados distintos, raya en la locura.
Su error se debe a que ha malinterpretado del medio a la mitad las recomendaciones keynesianas. Keynes proponía que el Estado intervenga para sostener la inversión cuando el sector privado no deseaba o no era capaz de hacerlo, pero nunca se planteó la posibilidad de que el Estado reemplace al sector privado. Keynes quería ‘arreglar’ el libre mercado, no eliminarlo.
Pero es precisamente esto último lo que el Gobierno Nacional ha venido haciendo. No solo que sus políticas han limitado significativamente los sectores de la economía en los cuales el sector privado puede invertir, sino que ha introducido regulaciones significativas respecto de las condiciones en las que puede hacerlo en las cada vez más reducidas áreas que aún quedan abiertas a su iniciativa. Por otro lado, mayores tributos y enormes déficits estatales, han absorbido recursos privados que pudieron destinarse a inversiones que probablemente resultarían mucho más eficaces a la hora de generar empleo.
Todo eso configura un ambiente de enorme incertidumbre. Estímulos fiscales que, desde la óptica keynesiana, deberían constituir una ayuda a los negocios en tiempos difíciles, hoy son interpretados como una amenaza por una comunidad empresarial que se siente desplazada y se rehúsa a invertir y crear empleos.