A juzgar por las expectativas presidenciales para este inicio de año, no habrá mayores cambios en la conducción voluntarista y caprichosa del Estado. El Presidente declaró a la recién inaugurada agencia de noticias estatal -léase gubernamental- que se juega el cargo “pero la radio La Voz de Arutam tiene que ser sancionada de acuerdo con la Ley”. ¿De acuerdo con la Ley aplicada por funcionarios y jueces independientes, o de acuerdo con su deseo, como se ha vuelto costumbre en estos tres años?
Hace pocos meses, Barack Obama fue increpado por un jefe de Policía por inmiscuirse en un caso en el cual se discutía la actuación de un gendarme frente a un ciudadano afroamericano; Obama no puso en juego el cargo ni recordó quién mandaba en Estados Unidos, sino que respetó de modo democrático la división de poderes.
Acá, en pleno socialismo del siglo XXI, muchas autoridades encargadas de fiscalizar, juzgar y sancionar siguen al pie de la letra, con la devoción que generan los encargos revocables, las palabras y hasta las insinuaciones del Poder Ejecutivo.
Al margen de este injustificado testaferrismo político, llama la atención que el Presidente halle a cada paso motivos de tan poca monta para el chantaje colectivo, cuando lo normal sería que ponga en juego no solo su cargo sino su inteligencia y su enorme equipo ministerial para resolver la crisis eléctrica o el desempleo, para recuperar la seguridad pública y jurídica o para generar confianza en la economía.
Pero la historia se repite: un Presidente puede moverse mucho por el país y aún así ser víctima de la visión interesada de un círculo dispuesto a darle la razón y a alimentar sus obsesiones. Es desalentador que el Presidente repita que hay una conspiración en su contra en los cuarteles, y que “están involucrados elementos de las Fuerzas Armadas vinculados a los Gutiérrez”.
Seguramente se trata de otra falsa alarma, como la que dio antes el Vicepresidente, pues de otro modo no se entiende cómo un Gobierno que apresó a decenas de ciudadanos por atentar contra la socorrida majestad del poder, que controla el servicio de inteligencia y tiene verdaderos cerebros políticos al frente de la institución militar, sea incapaz de sancionar a los golpistas.
También es cansino oír que enero será un mes políticamente complejo por culpa de la oposición, cuando es el Gobierno el que ha acumulado pasivos con sectores como los indígenas e incluso con sus ex socios del MPD. Y es poco creativo incluir a los medios como uno de los frentes de la oposición, cuando aquellos que no dependen del dinero estatal ni del capricho gubernamental solo pelean por su derecho a existir dentro de una sociedad democrática.
Como en el cuento de Juanito y el lobo, el Presidente ha ido perdiendo credibilidad, pero lo paradójico es que él mismo y su círculo son los depredadores.