A Esteban Heredia (sentado) y Sebastián Ortiz (en la bicicleta) les apasiona el ciclismo. Más de tres veces por semana acuden a La Carolina. Foto: Roberto Peñafiel/ EL COMERCIO
Yessenia Vinueza es bailarina; Cristopher Tingo ama el freestyle; y Esteban Heredia practica ciclismo. Estos jóvenes, que no superan los 22 años, tienen gustos diferentes, pero comparten la idea de que necesitan vincularse a una actividad para conocerse, divertirse y alejarse de las drogas prohibidas y el alcohol.
Lo único que buscamos -dicen- es un espacio para expresarnos. En Quito, esta necesidad no está cubierta y se reduce a parques, plazas o centros comerciales. Pese a ello hay quienes intentan apropiarse de sitios, para distraerse.
A Cristopher, de 19, le apasionan las batallas de freestyle. Se trata de un estilo de hip hop que implica cantar temas con letras que surgen de la improvisación, del momento. Dependen de la agilidad mental.
El joven acudió el miércoles al parque El Ejido, para disfrutar de este género musical y compartir con sus ídolos Amir, Potencia y Big Maind.
Él supo de la cita por el organizador Andrés Calderón, de 26, quien hizo una convocatoria vía WhatsApp, para que acudan a la actividad gratuita.
Para estos chicos, conseguir un espacio se ha vuelto casi un trabajo. Las autoridades los ignoran y hasta -cuentan- los desalojan de los parques. “De ley están tomando, nos dicen, pero no es así. Solo hacemos música”, afirma Andrés.
Él conformó una agrupación llamada Sobredosis de FreeStyle, para catapultar el género en el país y atraer a más chicos. Hoy hay participantes desde los 10 años en adelante. “Todos aman la música y así están lejos de situaciones malas”.
Esteban coincide con Cristopher. Hoy tiene 22 años pero a los 15 se apasionó con el ciclismo BMX -hacer acrobacias con la bicicleta en pistas-.
Tres veces por semana, el joven va al parque La Carolina, en el norte, para sentir la “adrenalina”, producto de los saltos y otras maniobras. En la ciudad no hay sino dos pistas para practicar BMX. Se ubican en Calderón y Los Chillos.
Luis Maldonado (con tatuaje) hace freestyle, en El Ejido. Cristopher (con lentes) disfrutó de la actividad. Foto: Roberto Peñafiel/ EL COMERCIO
En estos espacios, Esteban no solo practica, también ha hecho amigos, con quienes conversa sobre sus gustos e intereses. Así se distrae y espera otro llamado para rendir las pruebas de ingreso a la universidad, en junio.
Lo dice mientras se prepara para subirse a su bici negra de pedales azules, para hacer una de sus maniobras en la pista.
Muy cerca a Esteban está el colombiano Sebastián Ortiz, de 20. En marzo llegó al país, buscó interesados en el BMX. Los encontró, por eso acude al parque para practicar junto a sus compañeros ‘bikers’ y ‘skaters’ (patinadores).
La apropiación de espacios públicos para desarrollar actividades es básica en la vida de un joven. “Así tejen historias, recuerdos y vivencias que los marcarán”, afirma María Elena Sandoval. Ella es catedrática de la Universidad Andina Simón Bolívar, de Quito.
En ocasiones, en los espacios escolares -reflexiona- no se comprende la realidad de los jóvenes. Por ello cuando salen a estos sitios logran formar parte de grupos y se reafirman.
A estos espacios -dice- se les conoce como lugares formativos no formales y son un complemento, más allá de la escuela. En estos también aprenden, encuentran personas que aman la música, el voluntario, el deporte; es decir, que comparten sus mismos gustos.
Algunos jóvenes tienen la oportunidad de acceder a opciones formativas, pagadas. En este grupo constan, entre otros, los cursos de baile, música, teatro, arte, deporte o idiomas. También alternativas como tardes en el cine, bolos o juegos electrónicos.
Estos son más practicados por chicos de entre los 8 y 17 años. Los datos constan en la Encuesta Niñez y Adolescencia desde la Intergeneracionalidad, un estudio realizado por el Observatorio Social del Ecuador, en el 2016.
Yessenia, de 18, optó por la danza en una academia privada. Quería mantener su mente ocupada y hacer amigos. Esto -señala- la aleja de malas ideas.
Además ha aprendido a ser más disciplinada, responsable y a confiar en su talento.
Adicionalmente, la joven sigue un curso de francés, para continuar con su formación académica y universitaria.
Yessenia opina que no hay suficientes espacios para desarrollar el talento o entretenerse. Por ello ha optado por tomar cursos adicionales a las clases. Sus padres la apoyan.
Esta falta de espacios ha orillado a María Paula Tapia, de 15, a fortalecer sus pasiones: leer y escribir. Reitera que no hay suficientes ofertas gratuitas para jóvenes. Por lo que la colegiala se divierte con sus libros digitales, ya que no le atraen las bibliotecas públicas.
Padres como Miguel Pinto confirman la falta de esos lugares que junten a los chicos. A él le preocupa que otros muchachos, como su hijo, no tengan opciones; él acude al cine o a los bolos. Cada salida representa más de USD 30.
El Municipio, a través de la Casa Metro Juventudes, brinda clases de capoeira, teatro, guitarra, etc., en el Centro Histórico, Calderón y Quitumbe. Pero no es suficiente.
María Mercedes Cuesta preside el Grupo Parlamentario para la prevención del consumo de drogas. El viernes 17 de mayo, en la instalación del Acuerdo Nacional, para la prevención de adicciones, comentó que además de la atención a quienes ya son adictos espera que se ofrezcan opciones para el ocio y