Santiago de Chile. AFP y Reuters
Fabián San Martín, en campaña por el oficialista Eduardo Frei Ruiz-Tagle, reconoce que lo hace por dinero. “No estoy inscrito para votar. Solo lo haría si me llamara la atención un candidato”, dice el estudiante de 23 años, parte del 75% de jóvenes que se abstendrá en las elecciones del domingo 13 en Chile.
“Los candidatos de ahora son para la risa, son siempre los mismos y se insultan entre ellos”, argumenta Fabián, quien viste una camiseta con el nombre de Frei en el pecho y entrega propaganda electoral en la céntrica comuna de Providencia.
“Lo hago por plata”, se excusa, dando muestra de una apatía que es constante en los jóvenes chilenos frente a la política, que se han marginado en las últimas elecciones.
En el plebiscito de 1988 para acabar con la dictadura de Augusto Pinochet, 36% de los votantes era joven (entre 18 y 29 años). Hoy, según datos oficiales, solo 9,2% del total de inscritos en el Servicio Electoral (unos 8,2 millones) está en ese rango.
“Al no inscribirme expreso que estoy en contra del sistema, porque a todos les interesa el poder y la plata. No le creo a ninguno”, señala Francisca, de 18 años, que es nacida tras el fin de la dictadura del general Pinochet y optó por no votar.
Francisca integra Generación pingüina, que en mayo de 2006 protagonizó las mayores protestas de estudiantes en Chile en las últimas tres décadas, en coincidencia con el inicio del gobierno de Michelle Bachelet.
Con un entusiasmo desbordante y una mística que echó por tierra las hipótesis sobre la apatía de los jóvenes chilenos, el movimiento hizo historia al forzar la renuncia del Ministro de Educación de la época y obtener un compromiso del gobierno de Bachelet para reformar la educación pública chilena.
Pero ese entusiasmo por defender sus derechos no se traslada a las urnas. Una de las razones es que en Chile el voto es obligatorio pero solo para quienes están inscritos en los registros electorales.
Es decir, que al inscribirse un joven sabe que adquiere una obligación para toda la vida, y eso desincentiva a muchos. Si alguien inscrito no vota y no tiene justificación, debe acudir ante un juez y pagar multas que van desde los USD39 hasta los USD 220.
La apatía juvenil por la política motivó al Gobierno a lanzar en los últimos meses la campaña “Yo tengo poder, yo voto”, en busca de atraer a los registros a los jóvenes chilenos, pero sin éxito.
Al no existir nuevos electores, los políticos tampoco se interesan por los temas de los jóvenes. “Los políticos se preguntan para qué hacer campaña o poner temas en carpeta que interesan a los jóvenes, cuando los jóvenes no votan”, dijo el analista Nibaldo Mosciatti.
La presencia en campaña de Marco Enríquez-Ominami, un político de 36 años, tampoco parece entusiasmar a los jóvenes, que lo ven como otro miembro de los clanes políticos que han controlado el país.