Un grupo de jóvenes rescata su música, para evitar que se pierda ante la influencia de los ritmos colombianos. Foto: Marcel Bonilla / El Comercio
A los jóvenes de la nacional Chachi también les gusta la salsa y el vallenato, además de su música ancestral que tocan en la marimba y el bombo.
Esa inclinación se siente en la comunidad Chachi, asentada en el cantón Esmeraldas, y en las poblaciones del norte de la ‘Provincia Verde’.
Jóvenes, como Magi Añapa (18 años), trata de bailar salsa choque (música urbana), mientras sus amigas aplauden para que se acople al compás. Baila algo descoordinada del ritmo cadencioso de la salsa.
Este género musical ocupa mayor espacio en las fiestas que se organizan en Esmeraldas. Entre los miembros de esa nacionalidad, ubicados en la isla Luis Vargas Torres, no es la excepción. También la bailan.
En los últimos años, un amplio segmento de la población chachi, de entre 14 y 30 años, que radica en la ciudad, ha desbordado su interés por los ritmos tropicales de la salsa y el suave vallenato colombiano.
Esto se observa con frecuencia en sus comunidades, ubicadas en el norte de la provincia. Ahí se registra el mayor asentamiento de la etnia, que comparte territorio con el pueblo afrodescendiente.
El sociólogo Lugardo Añapa explica el gusto por el género salsero entre los de esa nacionalidad se debe a la influencia del los afros que siempre la escuchan. En Pichiyacu, comunidad donde habitan afros y chachis, predomina ese tipo de música. “Aquí escuchamos salsa y como somos amigos con los chachis, a ellos también termina gustándoles”, comenta Pedro Mina, habitante de Pichiyacu de los afros.
El dominio de los grupos musicales salseros de Colombia es mayor en las poblaciones del cantón Eloy Alfaro, norte de la provincia. Ellos están cerca a las comunidades colombianas, como Tumaco. Entonces, la salsa penetra hasta con estaciones radiales del país vecino.
La migración de colombianos a estas comunidades, ubicadas en el río Cayapas, también explica ese gusto de los chachis, porque ellos les hablan de grupos salseros como Niche, Guayacán, Suprema Corte, que ocupan el mercado salsero, explica Añapa.
Magi Añapa creció con la influencia de este género musical en la comunidad chachi de Zapallo Grande. “Hace cinco año que llegué por estudios a Esmeraldas; aquí me fueron gustando más las canciones en ese género, por las letras y la armonía”, comenta.
Esta tendencia también empieza a observarse en la etnia Épera, que también ha sido influenciada por las ondas de la radio. Este pueblo tiene su propia estación de radio en el centro poblado de Borbón, norte de la provincia.
En la programación hay espacios dedicados a la salsa y el vallenato. “Nos gusta la salsa porque el ritmo es alegre y el vallenato, por la suavidad”, dice el jogven Elías Chapiro.
Otra de las estaciones que influye es la Estéreo Chachi, la cual emite su señal desde Esmeraldas para las comunidades del norte de la provincia.
La locutora Tatiana Quiñónez, de origen chachi, dirige un programa de salsa, cumbias y vallenatos en esa estación. Sus oyentes son de entre 14 y 35 años, quienes gustan de esos ritmos colombianos.
El sociólogo Añapa cree que las programaciones salseras de la radio han influenciado de alguna manera en los grupos de jóvenes que ahora buscan a prender a moverse.
Por ejemplo, Rosalda Añapa aprendió a bailar salsa con un profesor. Ahora ella enseña a sus amigas, como Magi Añapa, a realizar los pasos bases.
Los jóvenes chachi prefieren las discotecas, que se encuentran en la playa de Las Palmas para disfrutar de la salsa. Siempre lo hacen en grupos de 10 personas. Ellos dicen que se sienten muchos más seguros a la hora de compartir.
El interés por estos ritmos que inicialmente se creía que solo gustaban a los afros hace que se vayan perdiendo las verdaderas tradiciones, según Jacinto Hierro, catedrático y director de vinculación con la comunidad de la Universidad Católica, sede Esmeraldas.
En las comunidades chachis, ubicadas a lo largo de río Cayapas, poco se cultiva el baile tradicional, que implica bailar al ritmo de la marimba y el bombo, haciendo pasos cortos adelante y hacia atrás.
Ahora solo se observa en las fiestas ceremoniales que organizan en Navidad y para unir en matrimonio a los novios, antes que termine el año.