Familiares y amigos de Johanna Cifuente la recordaron en el parque de Chillogallo, en el sur de Quito. Ella murió hace 10 años víctima de 17 puñaladas. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
Las gotas de lluvia mojaban el retrato de Johanna Cifuentes. Tenía la mirada perdida, una leve sonrisa en los labios y la piel blanca. Era un cuadro pequeño; una de las últimas fotos que se hizo la joven antes de morir. La noche del martes 23 de febrero del 2016, su imagen fue ubicada a un costado del parque de Chillogallo, en el sur de Quito. Tres pancartas y velas se colocaron en el sitio donde fue atacada. Han transcurrido 10 años de ese hecho y la familia no ha recibido justicia.
En medio de un aguacero, los padres, hermanos, sobrinos, primos y tíos de Johanna realizaron una velada para honrar su memoria y la de todas las mujeres que han sido víctimas de la violencia de género, también de las que todavía sufren y callan el maltrato de sus parejas.
Un plantón se realiza la mañana de este miércoles 24 de febrero del 2016 en el exterior del Tribunal Octavo de Garantías Penales de Pichincha, donde se realiza la audiencia del sospechoso de la muerte de Johanna Cifuentes. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
El crimen
La muerte de Johanna Cifuentes se dio el 13 de febrero del 2006. Entonces tenía 19 años y llevaba seis meses separada de un hombre que era 16 años mayor a ella. Slyndi Cifuentes, su hermana mayor, recuerda que unos meses antes del crimen, la joven había llevado a la casa a su novio. Lo presentó ante sus padres, pero no les agradó. El padre de Johanna le pidió al novio -en aquella cita- que le presentara la cédula.
Él le entregó un documento en el que se señalaba que tenía 24 años de edad, meses después supieron que en realidad tenía 34 años. Pero esa no fue la única mentira. Poco tiempo después, la familia descubrió que estaba casado y tenía hijos.
Pese a que ella decía sentirse enamorada decidió terminar la relación. Pero su pareja no aceptó. La familia sabía que él la llamaba constantemente, mas no conocían que sufría acoso. Ahora, repasando los hechos, creen que incluso fue agredida.
Semanas antes de ser asesinada, Johanna llegó a la casa con moretones en la cara. Les dijo a sus padres que la intentaron robar; una segunda vez que presentó golpes dijo que se había caído. “Entonces nosotros no pudimos ver lo que pasaba en realidad, pero creemos que ese hombre era violento con ella”, contó la hermana.
Ya no hubo una tercera vez. La noche de aquel 13 de febrero, la familia de la muchacha recibió la noticia de que había sido apuñalada 17 veces.