La isla Santay, un atractivo turístico aún en día laborable

Turismo isla Santay

Turismo isla Santay

La bicicleta de Xavier López estuvo guardada, llena de polvo y sin aire en las llantas, por más de seis meses. Pero ayer, López decidió sacarla de su vivienda, ubicada en las calles 4 de Noviembre y Guerrero Valenzuela, en el sur de Guayaquil, para recorrer con ella los 840 metros del nuevo puente que une la isla Santay con la ciudad y que fue inaugurado este martes 3 de junio.

Luego de la apertura, igual que López, cientos de personas visitaron el sitio en bicicleta y a pie, desde las 08:00.

En las dos cabinas de registro de visitantes instaladas al pie del puente, que estuvieron abiertas al público desde las 11:30,se habían inscrito aproximadamente unas 150 personas en dos horas.

En el primer escalón del viaducto, Roberto Carrera, empleado Ministerio del Medio Ambiente, recibía a los peatones advirtiéndoles que el carril derecho de la vía es de uso exclusivo para peatones y los otros dos, para los ciclistas.

Demetrio Tobar escuchó al funcionario y subió. Tiene 73 años y esta mañana, pasadas las 11:00, se propuso cruzar a pie el puente y llegar a la ecoaldea, en donde habitan unas 56 familias. En el sitio los turistas pueden observar vegetación en la que predomina el manglar, aves, cocodrilos y además, comprar artesanías y degustar platillos típicos de la costa. "No sé si podré", dijo entre risas.

Mientras Tobar se preparaba para el recorrido, Martha Lema, que llegó desde Otavalo, se fotografiaba con su familia en el puente, con el río de fondo, unos metros más adelante, personal del servicio de emergencias ECU-911 terminaba de instalar una cámara de seguridad y dos trabajadores del Instituto Oceanográfico de la Armada del Ecuador (INOCAR) realizaban mediciones para elaborar la carta náutica para que los navegantes sepan la ubicación del puente.

La mañana fue calurosa, pero la brisa del río ayudaba en el trayecto. ¿Cuánto falta para llegar?, ¿cuánto se demoró en llegar?, era la pregunta recurrente de quienes avanzaban en dirección a la ecoaldea a quienes retornaban del sitio.

No hay señalización que informe sobre las distancias, pero el recorrido toma entre 30 y 50 minutos, aunque puede variar. Olivia y su hermana Alejandrina, que llegaron de Cuenca, por ejemplo, tardaron más de una hora, "porque parábamos, íbamos recorriendo despacio", contaron.

Durante el recorrido por el sendero, se puede divisar garzas azules, cangrejos y mariposas. En todo ese trayecto no hay espacios para abastecerse de comida o bebida, si el visitante desea comprar algo, puede hacerlo a la entrada del puente o al ingreso a la ecoaldea.

Ayer, a pocos metros de entrar a la ecoaldea, el olor de los patacones y las empanadas ya alertaban de la presencia del puesto de comidas de Félix Achiote.

En el sitio también hay un restaurante, que vende platos a la carta, como corvina frita y seco de pollo, a precios que oscilan entre los $2,50 y $3,50.

La cocodrilera, es otro de los atractivos del lugar. El horario de visita en ese espacio es de 10:00 a 16:00. Un turista, encantado con el ambiente natural del sitio se preguntaba si había hotel, "es lo único que falta", a lo que Byron Domínguez, uno de los guardabosques del Ministerio del Medio Ambiente respondió "ahora no, pero pronto habrá".

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