Mientras unos visten y desvisten maniquíes, con trajes o blusas que los clientes señalan, compran o descartan, otros esperan sentados, mirando TV. En el más amplio de los 10 centros comerciales del ahorro (CCA), el de El Tejar, el disco que más suena en los pasillos es: “¿Qué buscaba mija? ¿Un jean levantacolas, una licra, unas sandalias…?
En mayo del 2003, en los puntos de expendio de la Ipiales, en el Centro, y en el sur, fueron reubicados 5 450 ciudadanos que por décadas ocuparon las aceras y la vía pública. Entonces cada comerciante adquirió un pequeño local de 4,32 metros. Once años después, algunos almacenes ‘crecieron’.
Sus dueños compraron dos o tres locales vecinos. Los rótulos antiguos no se han retirado. Esto les brinda más espacio y con ello posibilidades de exponer la mercadería, también de tener bodegas. Otro fenómeno que se registra es el alquiler de estos lugares por alrededor de USD 150 al mes.
¿Qué pasó con los que se fueron? Según los administradores dejaron el negocio porque envejecieron, cambiaron de actividad o emigraron.
Lo mismo pasa en el Centro Comercial Hermano Miguel, a unos pasos de El Tejar; los dos son los de mayor capacidad.
El cambio de manos de los establecimientos y la reventa en 10 y más veces el valor original, es una de las razones por las que hasta este mes, 1 843 dueños no cuentan con escrituras, según la Agencia de Coordinación Distrital de Comercio. Es decir el 33% del total de vendedores.
Segundo Cadena y su esposa, Marina Vega, de 66 y 64 años, respectivamente, tienen cuatro locales. Dos de ellos comprados hace siete años en USD 8 000. El precio original fue de alrededor de USD 800. De estos últimos aún no tienen documentos que los acrediten como propietarios.
La pareja es parte del grupo de comerciantes que no deja de hablar del pasado y aún se arrepiente de la firma del acuerdo para abandonar las calles.
En la Mejía vendieron cristalería y ollas por 30 años. En sus locales hay pantalones y blusas y cientos de cajas de luces para decorar el árbol de Navidad. Según Cadena, redondea sus ingresos con su oficio de sastre.
¿Por qué el descontento? No se han habituado al cambio, a pagar alícuotas, impuestos…
En El Tejar se exhibe la lista de morosos en las oficinas de la administración, que dirige Angelita Vega. Según ella, el 70% de comerciantes no paga. Desde el 2012 deben entre USD 150 y 300 cada uno.
En el Hermano Miguel a través de altoparlantes se pide: “Compañeros comerciantes por favor pónganse al día con el pago de expensas”.
Diego Salcedo, administrador de este CCA, dijo que las deudas llegan a USD 55 000.
Desde este mes, el Municipio ya no subsidiará a estos centros. Hasta octubre les pagó el servicio de guardianía. Por ese rubro este año se entregaron USD 826 122. Hasta el 2011 se costearon servicios como energía eléctrica; en mayo del 2013 se dejó de sostener la limpieza. Del 2003 al 2009, el Cabildo invirtió USD 18 millones en servicios y obras de los CCA.
Los administradores, ocho colocados por la Municipalidad, no saben cómo hacer que cada dueño se ponga al día en los pagos. Marco Murillo, titular de la Agencia de Comercio, dijo que hasta el 2015 esperan entregar las escrituras.
Así se podrá aplicar la Ley de Propiedad Horizontal. Y como dueños establecerán reglas. Ellos les ayudarán a desarrollar un plan de marketing, pues hay quejas porque cuando un local tiene éxito con una mercadería, el vecino le copia la idea…
Lenin Sandoval, de 50 años, vende zapatos y sandalias, de lunes a sábados, de 10:00 a 18:00. No se queja, adquirió cuatro locales ubicados en línea recta. Así expone el producto que trae de Ambato, Gualaceo (Azuay) y Guayaquil.
También le va bien a Roberto Pallo, con ocho locales. Van desde una esquina, que atrae con maniquíes ataviados con vestidos cortos, shorts y blusas de clima caliente.
Dice que al inicio vendía toallas, pero cambió de giro “por la ola de compradores cubanos”. A ellos les ofrece precios especiales por docena.
“Cada comerciante debe ingeniárselas para captar la atención del cliente, adecuarse a sus necesidades”, reflexiona.
Él dice que una de sus estrategias fue contratar vendedores que le ayudan en la atención.
Pero no todos los propietarios y arrendatarios de locales están conformes. Se quejan. Sostienen que el Municipio rompió un trato al no controlar el crecimiento del trabajo autónomo en la zona de la Ipiales.
Angelita Vega les da la razón. Fue dirigente de las desaparecidas asociaciones de vendedores callejeros. Recuerda que primero enfrentaron la competencia en garajes y zaguanes de las casas de la Ipiales, alquiladas para negocios. Y, en la anterior administración, el aumento de ‘trabajadores autónomos’, que se colocan en las calles.
Un grupo ahora tramita permisos para mantenerse en las vías del Centro Histórico, que quedaron libres en el 2003.
En contexto
Entre septiembre y octubre, un grupo de comerciantes se plantó en la Plaza Grande. Exige permisos para mantenerse trabajando en el Centro, en donde según la Ordenanza 280 no es posible. El tema se estudia.