‘No hablo de eso con nadie. Paso aquí en la calle y no se sabe cuándo pueden regresar en sus motos”. Esta frase la suelta un hombre de contextura ancha que está afuera de la Casa de la Justicia de Carcelén, en el norte de Quito. Se refiere a los tres sospechosos que hace 10 días rescataron a dos detenidos de ese complejo judicial. 40 segundos duró la irrupción.
En los ventanales polarizados y en la zona inferior de una de las rejas metálicas que protegen ese predio todavía son visibles los agujeros que dejaron las balas perdidas. Los funcionarios y usuarios pasaron 10 minutos tendidos en el piso mientras la Policía controlaba la situación.
En los últimos cinco años, el Ministerio de Justicia contabilizó al menos 60 casos en los que el detenido se fugó o intentó hacerlo. Todos ocurrieron durante sus traslados a diligencias.
Por datos como estos, esa Secretaría de Estado implementó desde febrero pasado las denominadas audiencias virtuales.
Desde entonces los juicios se desarrollan a través de un sistema de videoconferencia. El detenido y su abogado están en el centro de rehabilitación social y los jueces en sus despachos.
Por ahora, según una resolución del Consejo de la Judicatura (CJ), las comparecencias virtuales se aplican solo a internos que están recluidos en los complejos carcelarios de Guayas y Cotopaxi. La idea es incorporar la tecnología en otros 60 centros a escala nacional. Hay un presupuesto de USD 1,4 millones.
En la Casa de la Justicia de Carcelén todavía no hay ese sistema. De ahí que los dos procesados fueron trasladados desde Cotopaxi hasta Quito.
Ayer, funcionarios de la Casa de la Justicia redactaban un oficio dirigido a la Unidad de Criminalística de la Policía. Junto al escrito adjuntaron un sobre transparente y sellado con residuos de bala que personal de limpieza encontró hace una semana. También un CD con el video del fugaz rescate.
Los dos prófugos identificados como Carlos L. y Abraham O., purgaban una condena de 25 años por el crimen de un conserje que intentó frustrar un robo al estilo sacapintas en febrero del 2013, en las avenidas. República del Salvador y de Los Shyris, en el norte de la capital.
La audiencia a la que asistían era por un segundo proceso judicial en su contra.
Pese a que desde el 2011 se abrieron al menos tres investigaciones contra los dos sospechosos por delitos de robo y asesinato, las medidas de seguridad para su traslado a Carcelén fueron básicas. Solo dos guías penitenciarios los custodiaron. Un tercer uniformado conducía la furgoneta del Ministerio de Justicia.
Además ya hubo un antecedente similar: un tercer detenido en febrero del 2013 por el ataque al conserje escapó hace un año del Hospital Psiquiátrico Julio Endara, ubicado en Conocoto, en las afueras de Quito.
El sospechoso, identificado como Alejandro C., dijo que tenía problemas mentales para ser trasladado a esa casa de salud. A su salida del chequeo médico, tres armados -uno de ellos con una bata médica encima- lo rescataron.
Un año después, personas que residen cerca al hospital recuerdan cada detalle de esos hechos. Ayer, un vecino comentó que la balacera alertó a todo el barrio. En su fuga, los sospechosos obligaron a una mujer a entregar su carro. Horas después el vehículo fue localizado en el sector del puente 6 de la autopista General Rumiñahui, a unos tres minutos del centro psiquiátrico.
Un tercer antecedente: el hermano de Alejandro C., identificado como Aldo C., escapó en noviembre del 2012 cuando asistía a una audiencia en los juzgados penales, en el norte de Quito. Un armado lo rescató en una motocicleta. Hasta la fecha no ha sido recapturado.
El sospechoso era investigado por el crimen de dos personas en las avenida Amazonas y Calama, zona de diversión de la capital. El doble asesinato ocurrió el 12 de mayo de ese año.
Tras la muerte violenta, Aldo C. escapó en una motocicleta, pero pudo ser arrestado porque chocó contra una camioneta entre las avenidas Eloy Alfaro y 6 de Diciembre.
Ayer, un guía penitenciario, que prefirió no dar su nombre, dijo que permanentemente están expuestos a las fugas de detenidos. “Trabajamos con ese riesgo”, comentaba afuera de una unidad judicial.
Como parte de su equipo portan un arma de fuego y esposas. Los traslados se realizan en furgonetas y por cada aprehendido va un guía. Eso sí se cumplió hace 10 días, aunque no sirvió para frenar el violento rescate de Abraham O. y Carlos L.
Hoy, los dos guías y otro que hacía de conductor permanecen detenidos. A la Fiscal del caso “le llamó la atención” que no solicitaran resguardo policial para el traslado de los dos sospechosos. Ellos afirmaron que sí cumplieron con su trabajo y dijeron que “arriesgaron” su vida. Pero en el video que exhibió la Fiscal en la audiencia se ve que un guía corre y se oculta detrás de un vehículo.