Los mercados competitivos no necesitan ser regulados. Sin embargo, el Gobierno ecuatoriano está empeñado en ampliar su poder regulatorio en el que probablemente constituye uno de los mercados más competitivos del mundo: el de los medios de comunicación.
Los avances en las tecnologías de comunicación han incrementado el poder de los consumidores para decidir cómo obtienen información. Ello ha supuesto una enorme presión competitiva para los medios tradicionales y está dinamizando una industria que pudo ser monopólica en el siglo pasado, pero no en el actual. Mientras hace apenas un par de décadas existían unas pocas estaciones de televisión locales que monopolizaban la audiencia nacional, hoy gracias a los servicios de televisión satelital y a la ubicuidad del video, las personas tienen amplias posibilidades de escoger la programación local e internacional que mejor se ajuste a sus preferencias e intereses. De hecho, hay ecuatorianos que no sintonizan las estaciones locales de televisión.
La situación de los medios escritos es similar. El impresionante desarrollo de Internet ha multiplicado las fuentes de información y noticias a las que tienen acceso las personas. Tan es así, que la lectura de periódicos impresos está en franco descenso en el mundo y el Ecuador no es la excepción. Probablemente no esté muy lejos el día en que las versiones electrónicas del New York Times, de El País, u otros medios internacionales, tengan localmente más lectoría que las versiones impresas de algunos periódicos nacionales.
El correo electrónico, la mensajería instantánea y las redes sociales proveen a las personas de información más actualizada de la que están en capacidad de proveer los medios de comunicación tradicionales.
Incluso la mediocre, pero cada vez mayor, presencia de medios estatales ha incrementado la presión competitiva sobre el mercado local de los medios de comunicación.
Está realidad está forzando a los medios tradicionales a ampliar y mejorar su oferta de servicios y contenidos, para así conservar la preferencia de sus audiencias y de sus lectores. Los consumidores tienen hoy, más que nunca, la capacidad de escoger, verificar, contrastar y contextualizar la información que reciben.
Por el contrario, las regulaciones existentes como aquellas que limitan la posibilidad de que extranjeros o banqueros inviertan en medios, más bien imponen barreras de entrada a los mercados locales de medios, reducen las fuentes de capital y ‘know-how’ y perjudican a los consumidores.
Pero si bien en el mundo contemporáneo introducir mayores regulaciones a los medios de comunicación no tiene justificación económica alguna, abundan las razones de carácter político, especialmente cuando los gobiernos pretenden ‘ajustar’ los contenidos de la información a su particular forma de ver el mundo.