Ayer fue un día de buenas noticias para la comunidad latinoamericana: gracias a la oportuna convocatoria del presidente Rafael Correa, líderes de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) se reunieron en Quito y lograron acuerdos para activar una solidaridad concreta a favor del pueblo haitiano tras el terremoto del 12 de enero pasado.
La otra buena nueva, aunque fue un hecho complementario, ha sido la presencia en Quito del presidente de Colombia, Álvaro Uribe, quien visitó el país por primera vez desde la ruptura diplomática d el 3 de marzo de 2008, luego de que el ejército vecino atacara territorio ecuatoriano.
Cordiales, dispuestos a ayudar y sin ánimo de protagonismo, los mandatarios y cancilleres reunidos en Carondelet expresaron con hechos el inmenso afecto que siente la región por el pueblo haitiano, representado en la cita por su presidente René Preval.
Al mismo tiempo, mostraron su capacidad de gestión y propuestas para acordar, en principio, la creación de un fondo de hasta USD 100 millones y la solicitud al Banco Interamericano de Desarrollo para que Haití pueda beneficiarse de un crédito de USD 200 millones.
El otro consenso importante fue que el propio gobierno y el pueblo haitianos sean los que lideren, manejen, controlen y lleven adelante la reconstrucción de su país.
En una región generalmente conflictiva e incierta, salpicada muchas veces de absurdos recelos entre los pueblos, resultó muy saludable ver a los mandatarios trabajar juntos por el bienestar de los pueblos.
Y si a eso se suma el nuevo paso dado por los presidentes Correa y Uribe para la reconciliación de los dos gobiernos, la iniciativa del mandatario ecuatoriano merece sin duda un aplauso.