Los informantes del FBI, parte interesada en empujar incautos al yihadismo

Christopher Lee Cornell, de 20 años y natural de Cincinnati (Ohio), detenido con cargos de intento de asesinato contra funcionarios del Gobierno. Foto: EFE

Christopher Lee Cornell, de 20 años y natural de Cincinnati (Ohio), detenido con cargos de intento de asesinato contra funcionarios del Gobierno. Foto: EFE

Christopher Lee Cornell, de 20 años y natural de Cincinnati (Ohio), detenido con cargos de intento de asesinato contra funcionarios del Gobierno. Foto: EFE

El FBI anunció esta semana la detención de un supuesto yihadista que preparaba un inminente atentado en el Capitolio. El joven, obsesionado con los Illuminatis y que consideraba a su gato su mejor amigo, podría ser otro ejemplo de incautos empujados al terrorismo por informantes interesados.

Ninguno de los conocidos de Christopher Cornell, un joven estadounidense de 20 años que vivía con sus padres en un humilde pueblo a las afueras de Cincinnati, se esperaba que éste acabara copando titulares por preparar un atentado en Washington en nombre del Estado Islámico (EI).

"Yo creo que le forzaron", explicaba su padre, John, abrumado por la expectación que ha despertado su hijo, que se había aproximado al Islam del mismo modo en que exploró las teorías conspiratorias sobre los atentados del 11-S en EEUU, su obsesión con el dominio masón o el anarquismo: sin entenderlo muy bien.

La sospecha del progenitor del supuesto yihadista resucita la polémica del uso por parte del Buró Federal de Investigaciones (FBI) de informantes que desenmascaran planes terroristas que ellos mismos incentivan, animando a la radicalización o prometiendo armamento con el objetivo de recibir compensaciones económicas o mejores tratos en cuitas judiciales.

La declaración jurada del agente del FBI encargado de la investigación de Christopher Cornell, que se llevó a cabo durante seis meses, tiene todas las características de este tipo de táctica antiterrorista, criticada en el pasado por la comunidad musulmana de Estados Unidos y organizaciones de derechos civiles.

El "affidávit" explica que Cornell, acusado ahora de intento de asesinato de funcionarios estadounidenses, fue contactado por un informante del FBI "que comenzó a cooperar para obtener un trato favorable con respecto a su proceso criminal en un caso no relacionado".

Cornell, que se hacía llamar Raheel Mahrus Ubaydah en internet, aseguró al informante que había contactado con extranjeros sobre extender la yihad, pero éstos le ignoraron.

El joven, que aseguraba tener el visto bueno "de los Hermanos allí y de Anwar al Awlaki" (posible mención a Al Qaeda en Yemen), comenzó a trabajar con el informante para formar un grupo propio "en alianza con el EI", pese a que ambos grupos terroristas suníes son rivales.

"Yo creo que deberíamos lanzar la yihad bajo nuestras propias órdenes y planear ataques y todo eso", llegó a escribir Cornell al informante, algo que deja entrever que el joven no contaba con más cómplice que el topo del FBI.

Tras una breve reunión cara a cara con la persona que consideraba su cómplice, Cornell comenzó a planear su ataque contra el Congreso de Estados Unidos, estudió cómo fabricar dinamita casera y este miércoles fue detenido tras comprar legalmente dos rifles de asalto y 600 balas.

La expectación levantada por esta detención, que se conoció una semana después de los atentados yihadistas de París, despertó el miedo del terrorismo en Estados Unidos y motivó elogios a las leyes de espionaje que permitieron vigilar a Cornell.

Una investigación de 2011 del Investigative Reporting Program reveló el gran número casos en los que el FBI hace uso de una red de hasta 15 000 informantes, de los que algunos recibían pagos de hasta 100 000 dólares, para frustrar supuestos planes terroristas.

Ese trabajo subrayaba casos como el de James Cromitie, sentenciado a 25 años por unirse a un plan terrorista preparado por un topo del FBI y al que negó sumarse durante meses hasta el día en que le prometieron el pago de un cuarto de millón de dólares.

Más recientemente, en 2012, un hombre fue detenido cuando se dirigía al Capitolio con un chaleco de explosivos falsos que le fue provisto por un agente encubierto del FBI que se hizo pasar por un enlace de Al Qaeda.

En otro caso que saltó a la luz pública, el informante arrepentido del FBI Craig Monteilh intentó infiltrarse en mezquitas californianas para instigar operaciones terroristas y fue entregado al propio FBI por la comunidad a la que quiso agitar por el hecho de ser musulmana.

El uso de informantes, que en algunos casos se hacen pasar por musulmanes sin serlo para proveer supuestos contactos con terroristas y apoyo material para ataques ficticios, se ha mantenido desde el 11-S como táctica responsable de muchas de las más mediáticas operaciones antiterroristas del FBI.

En declaraciones a Efe, Jenifer Wicks, directora legal de CAIR, la mayor asociación de defensa de los derechos civiles de los musulmanes en EEUU, considera que el uso de informantes por parte del FBI "alimenta la desconfianza en comunidades musulmanas" al utilizar "criminales que aseguran ser musulmanes para animar a realizar lo que ellos consideran yihad".

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