El trabajo informal, una opción ante la falta de plazas laborales

Luis Molina vende medias, polines, interiores y calzoncillos en Guayaquil.
 Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

Luis Molina vende medias, polines, interiores y calzoncillos en Guayaquil.
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Luis Molina vende medias, polines, interiores y calzoncillos en Guayaquil.
 Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

Carolina Morales hace cuentas con sus dedos y calcula que en este año entregó más de 10 carpetas con su hoja de vida para conseguir empleo, pero no ha tenido suerte.

Esta ingeniera en administración de empresas –graduada en la Universidad de las Américas- tras rendirse en la búsqueda de una plaza de trabajo y con la presión de conseguir más ingresos para su familia, decidió comercializar adornos en madera que ella misma elabora.
 Su pasatiempo se convirtió en una fuente de recursos para su familia.

Ahora, gracias a la elaboración de los artículos consigue al mes unos USD 400 mensuales que se han convertido en un aporte para la educación de sus dos hijos. 
Cuando Morales comercializa sus productos no da factura.

Ella es parte de los trabajadores informales que en este año se han incrementado, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). 
En septiembre del año pasado, 40,6% de las personas que tenía empleo era parte del sector informal.

Para septiembre de este año, la cifra pasó a 44,5%. Es decir, cerca de 45 trabajadores de cada 100 son informales en el país, de acuerdo con datos del INEC. 
La entidad define como informales a las personas con empleo que trabajan en empresas –que producen bienes o servicios- que no tienen Registro Único de Contribuyentes (RUC). O trabajadores independientes que no tienen RUC.

Es decir, negocios que no hacen declaraciones tributarias, no emiten comprobantes de venta o no pagan impuestos. 
Otro ejemplo. Flavio Vega, de Yaruquí (oriente de Quito) desde hace seis meses ingresó a un curso de panadería para fundar su propio negocio. Con los conocimientos adquiridos abrió una pequeña panadería.


Vega fue despedido de una empresa procesadora de alimentos en agosto del año pasado y por su edad -51 años- no ha conseguido un nuevo empleo. 
El ahora comerciante informal se vio obligado a ser panadero para que su hija termine sus estudios de ingeniería agrónoma en la Universidad Central del Ecuador. 


Con orgullo comenta que el pan popular, pan de leche y chocolate le quedan bien. Al día amasa 100 panes y al mes eso le genera unos USD 400. “Si hacemos una panadería más grande pienso sacar el RUC”, asegura Vega. 
El incremento de trabajadores informales en el país, según José Hidalgo, director de la Corporación de Estudios para el Desarrollo (Cordes), se debe a “la destrucción de empleo adecuado”.

Entre septiembre del año pasado y septiembre de este año, según el INEC, dice Hidalgo, dejaron de existir 340 000 puestos de empleo adecuado. 
La causa para que existan más empleos informales es que no se estén creando más empleos formales, dice el director de Cordes. 
Según el Estudio Mensual de Opinión Empresarial del Banco Central del Ecuador (BCE), en dos de cuatro sectores consultados se redujo la variación de personal ocupado: construcción (-2,9%) y comercial (-0,1%).

Mientras que el sector de servicios no presentó variaciones y el sector industrial creció 0,1%. 
A Luis Molina, otro desempleado, le pareció que vender ropa interior y medias le ayudaría a generar ingresos propios. El hombre de 60 años arma todas las mañanas su “local” en el portal de un viejo edificio, en el sector de la Bahía de Guayaquil. Allí, sobre un portón de madera, cuelga su mercadería: medias, polines, interiores largos, calzoncillos…


Con lo que gana, Molina paga el arriendo de su vivienda y los estudios universitarios de su última hija. “Aquí me acompaña mi esposa, cuando no está preparando la comida”. Se lamenta que el último año sus ventas han caído a la mitad. El año pasado generaba hasta USD 100 diarios, ahora, con buenas ventas, no más de 50.


Cerca de Molina se encuentra Shirley Borbor. Ella vende vestidos para tener ingresos, mientras busca un empleo con sueldo fijo. Con sus ventas mantiene a sus tres hijos.
El cuencano Pablo Jimbo quedó desempleado después de cinco años de trabajar en una ensambladora de línea blanca.

“Trabajo de taxista, mecánico industrial, albañil y pintor. No es igual que tener un sueldo fijo”. Ojalá, dice Jimbo, los nuevos gobernantes generen plazas de empleo “para quienes sí queremos trabajar”. 
De hecho, esa es la preocupación de la mayoría de ecuatorianos.

Según el estudio Problemas Nacionales, realizado por la consultora Habitus Millward Brown, más del 82,3% de los encuestados en Quito y Guayaquil cree que el principal problema que deberá enfrentar el próximo gobierno es el empleo. Los problemas que le siguen están la delincuencia, con 53,2% y la corrupción con el 27,7%.

Ese estudio lo realizó la consultora en Quito y Guayaquil, en noviembre de este año, con 800 encuestados.
Carolina Reed, gerenta de Habitus Millward Brown, confirma que a las personas les preocupa el empleo. Mientras tanto personas como Morales, Molina, Borbor, Vega o Jimbo sobreviven cada día con sus trabajos informales.

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